Mexicanas en un limbo por la eterna espera de maridos que emigraron a EEUU

Mexicanas en un limbo por la eterna espera de maridos que emigraron a EEUU

Son mujeres que se quedaron solas en un limbo y a la espera, porque sus maridos emigraron a Estados Unidos, y hoy son parte de una exposición titulada “Penélopes” en la que el fotógrafo Héctor Mediavilla cuenta sus complicadas historias.

Paula Escalada Medrano/EFE





Mujeres luchadoras como Lidia Gutiérrez, de 58 años, cuyo marido se fue hace dos décadas a Estados Unidos dejándola con cinco hijos, pese a sus ruegos para que no partiera.

“Ya no tenía palabras ni argumentos para decirle que no se fuera porque no era la primera vez, pero yo presentía que esta vez se iba por largo tiempo”, contó a Efe esta mujer que estuvo a punto de ser internada en un hospital psiquiátrico por la tensión que le causó la partida.

Según cifras oficiales de México, un promedio de 390.000 mexicanos emigran anualmente a Estados Unidos, tres cuartas partes de ellos hombres que suelen quedarse en ese país dejando atrás a sus familias a quienes les pasan una pensión, o no.

El marido de Lidia, que nunca vino de visita porque era indocumentado, le enviaba 4.000 pesos al mes (unos 317 dólares) y cuando ahorraba, algo más que ella usaba en las emergencias. Así durante 19 años, hasta que él regresó.

“Él se fue a Estados Unidos supuestamente para comprarme mi casa pero el año pasado regresó y no hubo casa y no hubo nada, y todo terminó en divorcio”, dijo Lidia. Ya era demasiado tarde y aquel hombre “era un desconocido”.

Proveniente de una familia de 12 hermanos, esta mujer asegura que su padre nunca necesitó emigrar y nunca se quedaron sin comer. “Mi madre luchona, mi padre luchón. Eso es lo que cuenta, la familia”, aseveró.

“En muchos casos ellas dicen, ‘Prefiero que estemos aquí comiendo frijoles’, pero otras veces ellos piensan que allí van a conseguir algo que aquí no pueden”, dijo a Efe el fotógrafo Mediavilla sobre las protagonistas de su obra.

A través de vídeos y fotografías, el artista habla sobre la fragmentación familiar, de las mujeres que esperan a sus hombres que se han ido, en teoría, para buscar un mejor futuro para la familia.

Mediavilla comenzó a acercarse a las “Penélopes” en 2009, cuando conoció a dos chicas que habían sufrido el impacto migratorio: Beatriz Sánchez, quien con tres meses de embarazo perdió a su compañero que murió cruzando el Río Bravo, y su hermana Claudia, cuyo marido se fue a trabajar y al año y medio le dijo que no regresaría.

“Me llamó mucho la atención, pregunté y me di cuenta de que era una situación muy normal, demasiado normal”, apuntó el fotógrafo.

Pese a lo común, no hay datos oficiales de mujeres abandonadas, que muchas veces son invisibles y no reciben ningún apoyo institucional.

Durante cerca de dos años, Mediavilla recorrió varios estados del centro del país escuchando las historias de estas mujeres, volcándolas en un blog y ahora en la exposición que puede verse en el Centro Cultural de España de la capital mexicana.

De su experiencia, el fotógrafo ha podido comprobar que aunque cada una tenga su historia particular, todas tienen algo en común: la “capacidad de lucha”, la “esperanza dentro de la desesperanza”.

Comparten estos rasgos, dijo, “sobre todo porque la mayoría son madres, por las ganas y la fuerza y la ilusión de sacar a sus hijos adelante”, así como por “el orgullo para decir ‘Vamos a seguir intentando luchar, pese a que el sueño que tenía con mi pareja ya no está'”.

Muchas de estas mujeres, además, están “en una especie de limbo”, en un paréntesis porque no saben si los maridos van a regresar o no y por tanto no pueden rehacer sus vidas. Como la Penélope de “La Odisea” que destejía por las noches lo que tejía de día, esperando a Odiseo.

“Las instituciones gubernamentales deberían reconocer el estatus de la mujer abandonada por su marido. Muchas tienen un gran problema porque no se pueden divorciar, y otras están bajo la vigilancia de la suegra”, contó.

María Eugenia d’Aubeterre, antropóloga en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, lleva 20 años trabajando con temas de inmigración, estudiando las comunidades.

“Son muchos los efectos contradictorios de la migración en las vidas. La figura de Penélope es la mujer que teje y desteje, pero puede ser su propia mortaja, porque son mujeres que están velando por sus hijos, por sus comunidades”, apuntó.

Y es que estas Penélopes “no están esperando simplemente a que les lleguen los dólares”, pues se convierten en protagonistas de su familia, son las que tienen que mantener la casa, cuidar a los niños y las tierras. Madres, pero también abuelas y viudas porque sus maridos trataron de cruzar la frontera y se quedaron en el camino.

“Lo que está detrás de todo esto no es que a la gente le guste emigrar para conocer mundo; esta gente emigra porque han sido orillados a estas condiciones”, contó.

Además, esta situación suele heredarse en las familias, pues muchas veces los hijos de padres que se fueron también acaban yéndose.

De hecho, uno de los hijos de Lidia Gutiérrez también se fue, ya hace una década. Con él sí habla, él sí se preocupa por ella, asegura, y sigue enviándole dinero, unos dólares que en México la ayudan a sobrellevar su ausencia. EFE