Juan Guerrero: El palo a pique de René

Juan Guerrero: El palo a pique de René

thumbnailjuanguerreroEn Ciudad Bolívar, la otrora Angostura realista y monárquica, el palo a pique o paloapique, es una comida que tiene larga tradición en la gastronomía guayanesa. Posiblemente fue traída a esas tierras acuosas y telúricas desde los llanos centrales venezolanos.

Y quién sabe si en la expedición que organizó el capitán barinés Miguel de Ochogavia junto con fray Jacinto de Carvajal, hacia 1647, más de un soldado-poeta incluyó en su dieta ese estupendo plato gastronómico.

Cierto que el recio capitán y el polifacético fraile cantaron, declamaron y escucharon música mientras comían y  buscaban la desembocadura del río Apure. Lo lograron y más que eso, por el río Orinoco fueron a parar hasta Angostura donde pernoctaron, y más de un soldado inició su propia aventura y fundó familia y tradición poética.





Lo cierto es que en Ciudad Bolívar existió un poeta quien además de cultivar la versificación y el ritmo del ars poético, sabía mucho del arte culinario y de la gastronomía guayanesa.

Una de las últimas veces que nos vimos fue en su amplia y acogedora residencia. En la intimidad de su hogar René Silva Idrogo (Ciudad Bolívar, 1935-2012) nos mostró su otra faceta. Junto con los escritores Carlos Yusti, Blas Oronoz y Néstor Rojas, nuestro amigo se dedicó a juntar ingredientes, mezclar caldos, y entre esos hervores de exquisitos olores, cual antiguo alquimista de extraños conjuros y ritos, nos iba explicando la manera como cocinaba su propio paloapique.

Pero a la vez que mostraba su saber y sabor sobre este histórico manjar, también iba comentando su otra pasión, la poesía. Y es que la poética de Silva Idrogo mantiene en su cadencia, tanto el saber de la cultura guayanesa, como el sabor que a través de sus imágenes, transmite en su densa obra literaria.

Existe en su estructura poética una gustosa versificación donde se siente la densidad de una escritura que se nutre de un entorno que es acuoso, luminoso y que constantemente fluye, y es río dulcísimo que en su humedad colma el cuerpo poético en toda su obra.
Por ello la palabra poética en Idrogo es en esencia sensualidad y erotismo (vida), centrada en una moralidad donde habitan (moran) presencias femeninas que constantemente marcan la amorosidad en su temática.

En la poesía de René Silva Idrogo la palabra poética es esplendor de creciente lucidez. El asombro no es tanto por lo grandioso ni por la desmesura, sino por aquello que es sencillez y que habita en la cotidianidad de nuestras vidas. De su último libro, De rías, (2004), mencionamos:  “Hay árboles que lloran con desidia / su ración de hojas secas / Que gimen con la savia / de los aires candentes / Engullen la tristeza / jugando con el sol / un ajedrez de sombras / Reptan por la piel / de bruscas cicatrices / Los he visto en las noches / sentados en coloquios / abriéndose de angustia / en los pechos vacíos / Los he visto en vitrales / vibrando en pirotecnia / de ruda sinfonía / Los he visto en sudarios / de lágrimas infames / conspirando paisajes / temblorosos y solos / los he visto.”

Su obra literaria la componen,  La Tea encendida (novela), Flash y la memoria de la ciudad (testimonio), Las pirañas del cielo, Retazos, En el nombre de Hipócrates, El CDN y la disolución, entre otros.

René Silva Idrogo fue, además de poeta y ensayista, médico y político. Ejerció la administración como gobernador del estado Bolívar. En su actuación pública siempre fue fiel a su pensamiento crítico frente al Poder. Esto causó enemistades y alejamientos con el liderazgo político del partido donde militó. Sin embargo, aunque se alejó de la actividad partidista jamás abandonó su oficio como hacedor de la poesía.

Siempre regresaba a su fuente primigenia, el río y su inmenso caudal. Esa presencia que es obligado comentario entre quienes viven en la antigua Angostura. Porque el río lo es todo en las culturas orinoquenses. Es abundancia y encantamiento. Es vida y eternidad. Sombra y tiempo que se alarga mientras fluye esa esencia dulce que moja en su delta al mar océano.

“Sangran las manos / Sin navegar el odio / mientras sus propias carcomidas venas / escapan / y el hombre / no mitiga un átomo siquiera / de su oceánica / soledad.”

camilodeasis@hotmail.com  /  @camilodeasis