Y de repente en todo el país se comenzó a hablar de bachaqueo y bachaqueros

Y de repente en todo el país se comenzó a hablar de bachaqueo y bachaqueros

colaslanacion

 

La palabra “bachaqueo” no existe en la Real Academia Española (RAE), pero en las fronteras se le emplea como un derivado del bachaco, que es una especie de hormiga calificada por los estudiosos como grande y voraz, publica La Nación de San Cristóbal.





Del “bachaqueo” se comenzó a hablar con mayor propiedad en el estado Zulia y desde hace más de un año forma parte de la jerga más usada por autoridades y habitantes de esta región fronteriza con el Norte de Santander.

Y es que los habitantes no encontraron una mejor denominación para las personas que compran productos regulados en Venezuela para pasarlos de contrabando a Colombia, venderlos allí y obtener altas ganancias, por el diferencial existente entre bolívar y el peso.

¿Y por qué a las personas que compran productos regulados (léase subsidiados por el Estado) se les compara con los bachacos? La respuesta es muy sencilla: “la hormiga carga, día y noche, hojas y hierbas que corta de los alrededores, en una interminable fila de obreras“, y así acaban con el cultivo. Y según los especialistas, la hormiga bachaca está organizada, al igual que las abejas, en obreras, zánganos y la reina.

Cuando en la frontera se comenzó a hablar de los bachacos-bachaqueros, se hacía referencia a las personas que, burlando controles, pasan productos hacia Colombia y en el Zulia fueron los pioneros, sobre todo los guajiros, que llevaban a Maicao los artículos venezolanos, pero esta práctica fue creciendo y extendiéndose al Táchira, pues donde hay frontera hay ganancias para quienes hagan la práctica de cambiar bolívares-pesos-bolívares.

Pues bien, el referente de “bachaquero” se hace en relación al insecto porque las personas que se dedican al contrabando de productos regulados lo hacen al goteo, es decir, al detal, y en un día son muchos los que logran pasar grandes cantidades. Al igual que la hormiga, hay quienes lo hacen solos y otros tienen grandes jefes o una especie de “empresarios”, que saben dónde comprar en Venezuela y dónde vender en Colombia, y emplean a los llamados “obreros”.

Y aunque siempre había existido esta nociva práctica, por lo menos en el Táchira desde hace un año es que se comenzó hablar del “bachaqueo” y, por ende, de los bachaqueros con mayor frecuencia, casi como una profesión. “El es ‘bachaquero’… ahí vienen los ‘bachaqueros’… los ‘bachaqueros’ se llevan todo”, se escucha en todas partes.

A ese contrabando al goteo se le suman los problemas de producción, atendiendo a la premisa económica, muy vigente, todo bien escaso es más costoso, es decir, los productos son escasos y si se los llevan de contrabando a Colombia, mayor es el problema.

Y el mal que era de la frontera, según las autoridades, ahora pasó a ser del país, pues muchas personas han encontrado un modus vivendi en la crisis, por la escasez de productos, que consiste en comprar -luego de largas colas- y vender, no en Colombia sino en su mismo país, pero con una ganancia, alegando que hacen filas inmensas y además que tal producto, por ejemplo la leche en polvo, está escaso y por ello deben ganarle y venderlo muy por encima del precio estipulado.

Muchas identifican en las colas a los “bachaqueros”: 1) Andan en grupo. 2) Llegan antes que salgan los productos. 3) Tienen bolsas negras para colocar el botín de productos en las afueras de los comercios. 4) Nunca se molestan por tener que hacer colas largas, pues eso es parte de su profesión. 5) Cuando llega el producto, apelan al teléfono y llaman a los “socios” u “obreros”, según la clasificación de los bachacos.

Son varias las medidas que el Gobierno nacional ha tomado para controlar esa fuga de productos a través del “bachaqueo”, pero al parecer no han dado los resultados deseados, pues ya no solo se llevan los alimentos para la venta a Colombia, sino las medicinas que tienen precios económicos, pues la ganancia será mayor al venderlas en pesos.

Entre “bachaqueros” te veas…

Omaira M. Labrador