El carnaval de Río de Janeiro en fotos

El carnaval de Río de Janeiro en fotos

 

A reveler from the Unidos da Tijuca samba school participates in the annual carnival parade in Rio de Janeiro's Sambadrome

 





El carnaval de Río de Janeiro celebró su segunda noche de desfiles, en la que las escuelas de samba escarbaron en sus raíces africanas e innovaron usando drones para dar un toque tecnológico a la fiesta del sambódromo.

Fotos Reuters

Las referencias al continente africano fueron transversales y salpicaron a casi todas las presentaciones de esta segunda y última noche de desfiles, en la que participaron seis escuelas de samba del Grupo Especial, la elite del carnaval carioca.

El desfile más esplendoroso, rico en cada detalle, y que arrancó de sus asientos a los 72.500 espectadores que abarrotaron el sambódromo fue el de la “escola” Beija-Flor, que estaba dedicado a Guinea Ecuatorial.

Beija-Flor aprovechó a conciencia la millonaria financiación que le brindó el Gobierno del país africano y realizó un desfile grandioso, con carrozas enormes y lujosas y disfraces muy trabajados.

La escuela cumplió su palabra y no entró en polémicas dejando de lado la política actual del país africano, que está bajo el férreo control del presidente Teodoro Obiang desde 1979.

Sin embargo sí aprovechó para atizar a los conquistadores europeos que explotaron la pequeña nación africana en los últimos cinco siglos.

Los conquistadores españoles, portugueses, ingleses, holandeses y franceses fueron retratados en las carrozas con rostros feroces y los ojos inyectados en sangre, que adquirían un ademán aún más peligroso al son frenético y machacón de la percusión de la “escola” de la ciudad de Nilópolis.

Beija-Flor retrató asimismo los barcos negreros que llevaron a los guineanos esclavizados hacia el nuevo mundo, entre otros lugares, hacia Brasil.

El tema africano también centró el desfile de Imperatriz Leopoldinense, escuela que homenajeó al líder sudafricano Nelson Mandela y su lucha contra el “apartheid” y fue recordado por la escuela de São Clemente con una alusión a Zumbi dos Palmares, uno de los líderes de un movimiento antiesclavista del Brasil del siglo XVII.

Asimismo, ribeteó el resto de los desfiles de la noche, puesto que las escuelas de samba, nacidas en las favelas cariocas y con una fuerte raigambre en la cultura negra, siempre echan mano de la mitología africana en sus composiciones.

União da Ilha, que dedicó su desfile a cuestionar la dictadura de la belleza, reivindicó el atractivo de las razas negra y amerindia, frente al canon blanco importado de Europa y que en Brasil sigue siendo el predominante en cualquier concurso de belleza.

Esta escuela se sirvió de personajes de cuentos infantiles, desde el patito feo a Schreck, para defender la “belleza interior” y satirizó la esclavitud de la moda, de los gimnasios y de las cirugías estéticas que, de forma paradójica, son una norma para todas las modelos que aspiren a ser “reinas” del carnaval.

El sambódromo hoy tuvo un momento innovador y sorprendente con la escuela de Portela, que se atrevió a introducir en su desfiles dos elementos tecnológicos y voladores que dejaron boquiabierto a buena parte del público y lo elevaron a las alturas.

Uno fue el uso de dos drones que, “disfrazados” de balones de fútbol, revolotearon constantemente sobre una de las carrozas de la escuela que estaba dedicada al deporte rey.

Antes de eso, Portela comenzó su desfile haciendo aterrizar en plena avenida Marqués de Sapucaí -como se denomina el sambódromo- a varios paracaidistas que despedían fuegos artificiales.

Esta escuela, la segunda en el orden de la noche, se centró en homenajear el 450 aniversario de la fundación de Río de Janeiro, que se celebra el próximo 1 de marzo, aunque con un toque del “surrealismo” del pintor español Salvador Dalí, cuyo nombre se citaba en la canción de samba y al que se aludió de varias formas.

Una de las carrozas más impactantes de Portela estaba presidida por una enorme águila blanca, el símbolo de la escuela del barrio de Madureira, que de forma algo surrealista, extendía las alas y se transmutaba en la estatua del Cristo Redentor, uno de los iconos de la ciudad brasileña.

También dedicó varios disfraces a la playa, a las caipirinhas, el intenso tráfico de la segunda mayor ciudad de Brasil y, como no, el fútbol que todo lo impregna en Río. EFE