Cosas que hay que hacer en los países bajos una vez en la vida

Cosas que hay que hacer en los países bajos una vez en la vida

No es nada difícil hacerse fan de este país teniendo en cuenta todo lo bueno (topicazos o no) que exporta y proyecta. El viaje se hace en bici, entre molinos y tulipanes, atravesando canales fotogénicos y ciudades que, pese a su tamaño, nunca se quedan pequeñas. Así que ¡al carajo los preliminares!, estas son las 51 tareas por las que empezar a abordar su inmensa oferta multi y extrasensorial. Traveler.es

1. Apañártelas para, legalmente, ver un aterrizaje desde la cabina de un avión que se aproxima al aeropuerto de Schiphol y experimentar esa extraña sensación que produce el tocar tierra… a 3 metros bajo el nivel del mar. Enredarse lo justo en su universo de tiendas, bares y rinconcitos patrocinados.

2. Lucir pericia bicicletera al llegar a Ámsterdam y perderse, sin venir a cuento, por las callejuelas y puentecitos idílicos del barrio de Jordaan.





3. Hacer la cola para no perderse el mito hecho tangible de Anne Frank y su casa así como los grandes clásicos holandeses en el renovadísimo Rijksmuseum. Distinguir un cuadro deVan Gogh entre tanto artilugio exhibidor y modernez en su propio museo.

4. Brindar, aunque no sea el cénit de lo gourmet, con unas buenas birras en la Heineken Experience tras haber experimentado ese recorrido-oda al zumo de malta.

5. Coquetear con lo alucinógeno en cualquier coffee shop, aunque sea como mero espectador.

Ámsterdam y sus bicicletas

 

6. Trasnochar con los neones dilatando las pupilas por el decadente y a ratos innecesariamente truculento Barrio Rojo. Buscarle el puntito turístico entre el arte, las rarezas y las provocaciones del Erotic Museum.

7. Mutar en turista japonés/dominguero al acercarse a Volendam y pasear entre sus muelles, casas tradicionales y mujeres ataviadas con trajes folclóricos. Continuar con este contacto con lo folclórico navegando hasta Marken.

8. Volver al universo Disney surcando los mares de tulipanes que colorean las provincias deHolanda, al oeste de Ámsterdam.

9. Ocupar cualquier viernes estival en acercarse a Alkmaar y disfrutar del espectáculo folclórico que se monta en el mercado de queso. Aprovechar la escapadita para disfrutar del gótico de edificios como la casa de pesaje o la iglesia de San Lorenzo.

10. Bordear sus canales hasta encontrarse moderneces como el fantástico nuevo ayuntamiento.

Volendam

 

11. Navegar hasta la isla de Texel para enamorarse de la melancolía de los paisajes marítimos del norte, de esos faros solitarios y esas playas y dunas sin bañadores.

12. Contemplar el show natural que produce el agua, las marismas y la arena en las Islas Wadden. Entender, desde aquí, lo importante que son los diques para atrapara el agua y no dejar que mordisquee ni inunde la tierra.

13. Obviar que es una atracción turística mientras se descubren los diferentes monumentos ‘recatados’ en Zaanse Schans.

14. Instagramear como un adolescente cualquier molino a contraluz.

15. Sortear ciclistas o unirte a ellos en Haarlem, la ciudad con nombre de barrio neoyorquino (bueno, es al revés) donde se resume la gracia arquitectónica holandesa: canales, edificios de ladrillos, esclusas que son pórticos y manillares por doquier.

16. Implorar a los dioses para que el sol aparezca un poquito y haga florecer las casetas de playa de Zandvoort, la escapadita más vintage y sol-y-playa del oeste del país.

17. Primavear sobre las idílicas alfombras de flores casi ficticias del parque de Keukenhoff.

Faro de las islas Texel

 

18. Fardar de anécdota friki ante los colegas cuando les explicas que Den Haag no se traduce literalmente como La Haya, sino como el seto o el cerco de madera.

19. Dejar la anécdota a un lado para volverse un poquito monárquico entre sus sobrios palacios, sedes estatales y famosos tribunales. Otear ese nuevo skyline donde asoman los picos de los edificios contemporáneos entre tejados escalados centenarios.

20. Mandar a paseo cualquier concepto museístico que se tenga al difrutar de la paranoia y el trampantojo en el Escher Museum. Saludar a la Joven de la perla en el siempre resultónMauritshuis.

21. Conectar esta ciudad con su vecinérrima Róterdam en Metro.

22. Parar un ratito en la maravillosa Schiedam, el pueblo donde se encuentran los oldstylemolinos de viento más altos del mundo y donde –benditos sean- inventaron la Jenever, raíz de la fantástica ginebra.

Róterdam: una historia de manteles

 

23. Evitar el atracón de modernidad y aluminio de Róterdam empezando la visita porDelfshaven, la única porción de puerto que sobrevivió a los bombardeos y que hoy es un pulmón de historia y ladrillo visto.

24. Atardecer frente al puente de Erasmo, disfrutando de uno de los paisajes metálicos más hermosos de la vieja Europa, con el NHOW y el Hotel New York de fondo.

25. Ser el primero que reivindica El Cabo como la nueva meca de la gentrificación foodie, con el café de Paul Posse y la Fenix Food Factory por bandera.

26. Desnucarse ante el asombroso cielo del Markthal, la herradura perfecta que guarda un mercado y que ha conseguido embellecer la imagen exterior de la ciudad. Mirar, después de esta sobredosis de colorinchis, a las casas cubo como un icono trasnochado e innecesario.

27. Alternar como si no hubiera un mañana por Witte de Whit, donde se puede salir a tomar un café bohemio y acabar abrazando farolas sin liturgias ni pestañeos de por medio.

Fenix Food Factory

 

28. Regresar a la paz y la solemnidad navegando por el Maas hasta los molinos gigantes deKinderdijk.

29Llegar a Gouda por su homónimo lácteo y quedarse por ser todo un descubrimiento, con edificios flamígeros e impactantes como su Ayuntamiento o la iglesia de San Juan Bautista.

30. Aprender que la vieja Zelanda es la gran zona de los estuarios al suroeste del país, donde aparecen atracciones dedicadas al mar como el MuZEEum (Vlissingem), las torres de Zierikzee o el paseo de Wielingen (Cadzan), la obra de arte más larga de Europa.

31. Rendirse a Breda (perdón por el manido juego de palabras) en rincones como suBeguinaje o la Grote Kerk.

32. Ganar al Trivial discutiendo con cualquiera sobre si esta nación se llama Países Bajos(en teoría bien, porque así se suman todos) u Holanda (en teoría mal, porque se refiere solo a las provincias más occidentales y pobladas). Concluir en empate por eso del buen rollo y de que se trata de una sinécdoque geográfica de manual.

MuZEEum

 

33. Sacar a bailar a Eindhoven como si no fuera la más fea y así encontrar una estética cuidad que se expresa en edificios contemporáneos, acristalados y de formas icónicas como su aeropuerto, el museo Philips, el museo Van Abbe, o el edificio ‘The blob’ de Fuksas situado en la plaza 18 de septiembre.

34. Pensar que se está en Cádiz recorriendo las esquinas blancas del pueblo de Thorn.

35. Patear Maastricht para constatar que es pura historia y que, pese a las inclemencias de la Historia, se conserva aún muy joven.

36. Inundarse de historia recorriendo las venas de la fortaleza y los kilómetros de túneles de las cuevas de San Pedro.

37. Terracear con tranquilidad por la plaza del Mercado y el puerto de Bassin.

38. Quitarse el mono y la curiosidad por la TEFAF al saciar el ansia de arte en el heterogéneo museo de Bonnefantenmuseum.

39. Escaparse a Valkenburg pere disfrutar de la provincia de Limburgo en una dosis muy apacible.

Bassin

 

40. Encontrar arte como el que encuentra setas en el parque nacional de Hoge Veluwe, donde espacios como el museo Kröller-Müller y sus decenas de Van Gogh o el palacio Het Loo justifican los kilómetros.

41. Viajar al pasado en las localidades encantadoras y embalsamadas de Hattem, Wageningen y Elburg.

42. Comprender que Arnhem es una ciudad consagrada a la moda pateando el barrio deKlarendel y la academia de Moda Aretz.

43. Salivar y caer en la tentación de saborear cualquier pueblo que tenga nombre de queso.

44. Desmitificar que el norte está desangelado al alternar la modernidad con la tradición en los edificios de Groningen.

Parque Nacional de Hoge Veluwe

 

45. Conquistar las murallas de Dokkum y sus canales ‘guerreros’.

46. Adelantarse a las modas y capitalidades conociendo Leeuwarden, futura capital cultural europea donde todo, absolutamente todo es coqueto, hasta los tímidos rascacielos.

47. Comprar, vivir, llevar los niños al cole etc. sobre las aguas de Giethoorn, una pequeña localidad donde las calles han sido sustituidas por avenidas de agua.

Giethoor

 

48. Nominar el Oudegracht como el canal más emblemático de Holanda y arteria principal para la juerga y el paseo de Utrecht.

49. Ensalzar al Utrecht más viejito coronando la torre de la catedral y allanando las puertas del castillo De Haar, el más grande y monumental de todos los Países Bajos.

50. Caminar por la noche buscando los diferentes puntos del Trajectum Lumen, una ruta artística donde la luz y la iluminación se hace arte.

51. Bendecir su reconversión en ciudad para los amantes de la arquitectura ante edificios como la casa Rietveld-Schröder y los edificios vanguardista y coloridos del De Uithof, el barrio universitario.