Alexis Alzuru: Tolerancia no es complicidad con Maduro

Alexis Alzuru: Tolerancia no es complicidad con Maduro

Mientras haya ciudadanos que no se dobleguen las pretensiones que Nicolás Maduro tiene para Venezuela no serán una fatalidad. Son millones los que se mantienen de pie a pesar de la brutalidad con la cual el gobierno actúa para pisar la voluntad de la gente. Las cifras revelan que la población ni se quiebra ni se resigna aun cuando recibe un ataque feroz para que se desmoralice o exilie. Basta reconstruir la historia diaria de cualquier ciudadano promedio para comprobar su fortaleza. Hay que tener carácter para no extraviarse y perder la paciencia ante una administración que ha convertido la infamia en norma de la existencia cotidianidad. Algún compromiso moral sólido se debe tener consigo, la familia, la comunidad y la república para no renunciar a la búsqueda de una salida pacífica para una crisis que tritura vidas, oportunidades y esperanzas.

 

Hay quienes confunden la actitud estoica del pueblo con pasividad. Además, cuando se examinan las circunstancias en las que se encuentra el país nunca faltan quienes refieren la comodidad del venezolano; mientras que otros hablan de complicidad o recuerdan la capacidad que tiene el hombre para adaptarse a situaciones adversas. A lo mejor, la protesta que cada individuo realiza desde el anonimato de su mundo pasa desapercibida porque la gente exige acuerdos, no violencia. Pareciera que muchos no aceptan que las mismas multitudes que repudian a la corrompida cúpula gobernante son las que también se oponen a los enfrentamientos callejeros para superar el crack de la nación.

 

Es extraordinario que esta sociedad cierre filas alrededor de sus convicciones democráticas en un tiempo que está definido por el vandalismo. Razón tenía Montaigne cuando señalaba que en escenarios de lucha la defensa del criterio propio es un suceso extraño. El mayor acto de libertad que se puede exhibir, acotaba. En épocas donde hay una regresión a la barbarie política apostar por la libertad es insólito porque obliga a argumentar en beneficio de lo razonable y la diversidad, no a favor de la ilegalidad y de la obediencia ciega a la que con tanta facilidad convoca el fanatismo.

 

La defensa de la libertad es un alegato por las soluciones negociadas porque se opone al colectivismo. Razonar desde la libertad es comprometerse con los valores que formaron el talante democrático del pueblo, no con los intereses de un grupo o un partido. Con el desafío al pensamiento estandarizado cesan los respaldos automáticos. Por eso, no debe desconcertar que muchos de los que presionan la renuncia del presidente critiquen a la oposición. En especial, que cuestionen a una dirigencia que se ha mostrado refractaria a su evolución.

 

En las sociedades contemporáneas los ciudadanos buscan proteger sus ideas a través de la realización simultánea de varios objetivos. En el mundo de hoy la pluralidad de los logros es la regla, no la excepción. De allí la complejidad de lo que ocurre en muchos países. En el caso de Venezuela, los que reclaman un nuevo gobierno a la vez solicitan la renovación de la oposición. En el pasado el malestar con los gobernantes calmaba o postergaba la petición de reformas en las propias filas. Ahora, esas demandas van de la mano; se presentan en un período con intensidades similares. Incluso, en el apetito cívico puede coexistir el deseo de materializar con idéntica prioridad fines que en apariencia son opuestos. De hecho, los venezolanos a la par que bregan la salida del gobierno y la transformación de la oposición no dejan de reclamar un CNE trasparente.

 

La transparencia es uno de valores políticos de este siglo, no las mentiras. De allí que los electores no repriman sus reproches al directorio del CNE. Sienten que los rectores quieren minimizar la ira que en cualquier comunidad produce la parcialidad del árbitro. El silencio del CNE es inadmisible porque delata su  complicidad con el gobierno. Acaso, ¿pensarán que callando aplacarán la sed de cambios que recorre la sangre de los electores? ¿A qué obedece la timidez con la cual los jefes de la oposición tratan las maniobras y omisiones del CNE? ¿Suponen que evitarán la abstención en las parlamentarias dejando de ventilar las ventajas que este juez otorga al oficialismo? La abstención la estimula el encubrimiento y las postulaciones decididas sin consenso social; no el debate público sobre las artimañas que el CNE prescribe para beneficiar al PSUV.

 

Alexis Alzuru

@aaalzuru

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