Tarquino Barreto: Neofeudalismo a la venezolana

Tarquino Barreto: Neofeudalismo a la venezolana

thumbnailcolaboradores-190x1301Tal vez el título de este artículo desconcierte a los lectores, toda vez que el feudalismo como sistema social de producción, desapareció con el ascenso del capitalismo, por lo que, históricamente hablando, resulta etapa superada en el devenir del hombre y de sus manifestaciones sociales de organización. Recordemos que el feudalismo, formación económica-social que sustituyó al esclavismo, tuvo como característica fundamental, la disgregación del poder monárquico a través del otorgamiento de territorios, denominados feudos, con sus habitantes incluidos, a los nobles más poderosos del medioevo, estableciéndose una relación de producción basada en el vasallaje entre estos terratenientes, llamados señores feudales y  los trabajadores de las mismas, conocidos como siervos, bajo condiciones inhumanas y de explotación. De esta manera, la figura del Rey, a través de su ascendencia sobre estos “regentes” territoriales, poseedores de ejércitos particulares y ahora envestidos con atribuciones administrativas en los espacios geográficos otorgados para el desarrollo de una nueva relación social de producción, llegó a garantizar para sí, el control político y la protección de sus dominios de posibles invasiones de parte de otros reinos o imperios.

Dada esta explicación sobre lo que fue el feudalismo, pregunto, ¿no es acaso el trato arbitrario e impersonal del modo de producción feudal, uno de los rasgos más distintivos de la relación de poder del régimen gubernativo nacional con el pueblo venezolano?  No constituye un elemento distintivo de su praxis gubernativa, la ausencia de la Carta Magna y de las leyes como instrumentos mediadores para la convivencia en un ambiente de justicia y de libertad? Sin lugar a dudas que sí. Esto le dibuja al gobierno nacional una silueta medieval en todas sus actuaciones, realidad que se constata a través del estatus de servidumbre aplicado a la ciudadanía cuando se le impone ejecutar todo lo encomendado por su partido político sin derecho a chistar, a la usanza de los mecanismos de dependencia del siervo con la nobleza explotadora. Para colmo, el usufructo de los activos y medios de producción del Estado venezolano de parte de la camarilla que nos gobierna, al mejor estilo del clero eclesiástico en la Europa feudal, bosquejan a estos personeros políticos como los nuevos “señores” en este mal llamado “socialismo del siglo XXI”. Por ello, pudiéramos atrevernos a afirmar que las estatizaciones y confiscaciones llevadas a cabo en el país sólo sirvieron para la consolidación del poder de una plutocracia constituida por una casta de burócratas enquistados en la cúpula gubernamental; esta afirmación se refuerza a través del triste papel de convidados de piedra que desempeñan nuestros trabajadores del sector público, de lo cual pudieran servir de ejemplo, los adscritos a las empresas básicas, engañados con una supuesta autogestión que nunca llegó, manifestándose por el contrario, una especie de feudalismo industrial mediante el cual se intensificó el terror represivo ante cualquier señal de descontento por sus actuales condiciones laborales o por sus aspiraciones reivindicativas. Esto, sin lugar a dudas, es expresión del nuevo servilismo al cual quiere apelar el cenáculo político que nos regenta.

Estamos en presencia, pues, de una administración dirigida por burócratas de pensamiento feudal, apartados de la modernidad, de la justicia y del progreso. En síntesis, de un neofeudalismo a la venezolana.





 

“Los pueblos rebeldes caminan  hacia la libertad; los pueblos sumisos  marchan hacia la esclavitud”.

Librado Rivera

 

TARQUINO BARRETO