Roberto Enríquez: Duelo militar en el día internacional de la paz

Roberto Enríquez: Duelo militar en el día internacional de la paz

thumbnailRobertoEnriquezEl pasado lunes tuve el honor de representar al bloque parlamentario de la Unidad en el día internacional de la paz. En lo personal, tuvo una significación especial para mí poder intervenir en una sesión celebrada en las faldas del hermoso monumento de la Virgen de la Paz en el estado Trujillo, iniciativa de una gran socialcristiana venezolana Doña Betty Urdaneta de Herrera, primera dama de La República para ese entonces.

No puedo dejar de recordar que cuando subíamos en el bus  hacia al monumento a la virgen de la Paz, los diputados del Polo Patriótico y de la Alternativa Democrática conversábamos. Cosa importante: conversar. En una frase al vuelo yo recordé con orgullo que ese monumento era una obra del gobierno copeyano del presidente Luis Herrera Cámpins; al rompe, pero con cordialidad la diputada Nancy Ascencio me respondió:” Sí, pero esta obra la recuperó el presidente Chávez”. Yo creo que en ese intercambio de palabras se abrevia una clave fundamental para la convivencia fraterna y pacífica de todos los venezolanos; que hay valores, logros y obras como es el caso del monumento a la Virgen de la Paz que nos pertenecen a todos los venezolanos sin excepción, y es deber de todos cuidarlos y amarlos.

Más allá del enorme valor arquitectónico del monumento a la Virgen de la Paz,  su verdadero valor es moral. Desde esa peña La Virgen nos protege y nos convoca a preservar la paz, la unidad y el amor entre todos los venezolanos, independientemente de lo profundas que puedan ser nuestras  diferencias.





La paz espiritual, social y republicana son una necesidad vital; en ello, quienes administran el poder tienen una responsabilidad superlativa, pero quienes los adversamos también.  La paz no puede ser silenciosa, temerosa o fúnebre. La paz se soporta en el bien común, debe ser alegre, festiva y colorida. La paz no se puede sustentar en la muerte sino se apuntala en la vida.

El Papa santo Juan Pablo II nos dejó el siguiente latigazo: “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”.

En esa sesión del Día Internacional de la Paz aprobamos por unanimidad un acuerdo por la trágica muerte de los capitanes, ascendidos a mayores post mortem Ronald Ramírez Sánchez y Jackson García Betancourt, caídos en misión al precipitarse la aeronave Sukhoi  30 que piloteaban. Estos jóvenes militares no murieron de un infarto ni en un accidente de tránsito. Fallecieron cumpliendo el sagrado deber de proteger la soberanía del espacio aéreo venezolano. En mis palabras de ese día parafraseando a Ali Primera dije que quienes mueren por la soberanía no pueden llamarse muertos y cantaran como gallos eternamente. Pero hubo una reflexión que pase por alto, y creo oportuno destacar. Esos jóvenes militares no solo fallecieron cumpliendo con el deber de salvaguardar nuestra soberanía, lo cual merece la gratitud de todos los venezolanos; ellos perdieron sus vidas  cumpliendo con el sagrado deber de proteger a la humanidad del terrible flagelo de las drogas. Por lo tanto, no tengo duda, de que también merecen la gratitud de la comunidad internacional.

No creo mucho pedir a las instancias internacionales un gesto de reconocimiento cuando se inmola la vida de un venezolano en una causa para el bien de la humanidad como es la lucha contra el narcotráfico.