Carlos Egaña: A Venezuelan MUN Society, a Roberto Da Silva y, sobre todo, a Carlos Enrique Chacón

Carlos Egaña: A Venezuelan MUN Society, a Roberto Da Silva y, sobre todo, a Carlos Enrique Chacón

thumbnailcolaboradores-190x1301Es altamente tentador entrar en la ola de discusiones sobre la remoción de los cuadros de Chávez y “Bolívar” del Palacio Federal Legislativo, del eterno e incoherente discurso de memoria y cuenta del Presidente Maduro, y del nuevamente popular director de debate del Poder Legislativo, Henry Ramos Allup. Y es precisamente la inevitabilidad de estos temas en la conversación común lo que me hace querer discutir temas distintos. En la Venezuela post-1998 -la única, lamentablemente, que conozco- son estos temas los que dominan el debate político. Las personalidades rimbombantes de nuestros políticos, las confrontaciones e insultos, más o menos ilustrados, que estos comparten, o la siempre sorprendente ineptitud pública de nuestro Jefe de Estado, dominan nuestras letras y pantallas. El debate político serio, las propuestas, los argumentos razonados y evidenciados, han brillado por su escasez o ausencia. Y es precisamente eso lo que, creo, puede estar comenzando a cambiar.

Sin demeritar ni menospreciar el porte intelectual y, en ocasiones, académico de líderes políticos de cierta edad, como lo puede ser el mismo Ramos Allup, me ha llamado la atención como la nueva generación de liderazgo político se ha dedicado, en gran parte, precisamente al debate político serio, a la propuesta, y a la no confrontación violenta. No me refiero a que todos los líderes jóvenes lo hagan ni a que lo hagan solo ellos, pero sí quiero notar una tendencia en esa dirección. Esta tendencia nace precisamente del haber sido criados, tanto de forma política como literal, en esta era de “revolución” y oposición, o más bien al contraste entre la comedia política del Chavismo y el estudio académico secundario y universitario.

Situémonos un segundo en un aula universitaria de Ciencias Políticas, de Economía o -en mi caso- de Derecho. Un profesor explica las teorías de la Democracia, del libre mercado, o de la autonomía del Poder Judicial. A medida que su clase lee y discute, van creándose contrastes entre lo que su educación les enseña y lo que la realidad les demuestra. El alumno comienza a ver el sentido de lo que estudia, entiende la importancia, por ejemplo, de las libertades civiles, la libertad de expresión, los derechos políticos. Comienza a entender cómo es necesario para el funcionamiento sano de una economía permitir la iniciativa individual. Comienza a enamorarse del ideal de la Justicia y de cómo el juez debe ser autónomo e imparcial. Inmediatamente se percata de la forma en que nada de lo que está aprendiendo existe en el sistema en el que se encuentra. Comienza el conflicto entre lo que aprende y lo que vive. Y es ahí donde nace la irreverencia, el impulso de oposición.





En estas situaciones aparecen las lamentablemente comunes frases de los profesores quienes, frente a la frustración, intentan mantener motivados a sus alumnos. Frases como “en otros sistemas puede pasar esto” o “aunque en el presente esto no se cumpla en nuestro país…”. Alusiones a otros lugares, al pasado o al futuro, son necesarias para que el docente encuentre ejemplos a su teoría. Y es aquí donde nace el instinto de oposición y de propuesta del estudiante venezolano. Nace de la indignación al entender la inmensa brecha entre lo que debe ser y lo que es. Los estudiantes de Comunicación Social claman por una industria informativa seria, imparcial y de calidad. Los estudiantes de Economía se indignan ante el despilfarro de la renta petrolera y la destrucción del aparato productivo. Los estudiantes de Derecho nos negamos a aceptar un sistema judicial al servicio de un partido. Así se ha criado y formado esta generación.

Pero no es solo la crítica y la oposición lo que se ha creado en las universidades. Esta generación, específicamente la de líderes políticos, ha entendido la necesidad de la formación y la propuesta. Tal es el caso de incontables estudiantes universitarios que se dedican no solo a sus estudios sino a la representación estudiantil y a generar propuestas como Centros de Estudiantes. Tal es el caso de estudiantes que se unen a sociedades de debates y a Modelos de Naciones Unidas y no solo llevan el nombre de Venezuela en alto frente a otros países, sino que generan propuestas de solución a los problemas del país. Y es precisamente este tipo de jóvenes el que ha estado permeando en la política venezolana, no del mañana, sino del hoy.

Tal es el caso de David Smolansky, quien al culminar su liderazgo estudiantil y su educación universitaria hoy sirve como Alcalde de El Hatillo, llenando el municipio de nuevas propuestas y refrescando sus direcciones con jóvenes como Gianmarco Calosso. Tal es el caso de Miguel Pizarro, quien salido de la Universidad Central representa a Petare en la Asamblea Nacional, y proporciona algunas de las mejores intervenciones parlamentarias, además de generar propuestas serias para temas como, precisamente, la crisis universitaria. Tal es el caso de Juan Andrés Mejía y Roberto Patiño, quienes habiendo liderado la Universidad Simón Bolívar y creado un legado con la organización estudiantil VotoJoven, decidieron continuar con su formación en la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, llegando con un conocimiento mucho más profundo a trabajar en su país, siendo Mejía diputado suplente en la AN.

Este es el impacto de una generación criada en el desastre político y que, confrontado con la diferencia entre la educación y la realidad, opta por acercar la segunda a la primera y no al revés. La formación y la educación existe para mejorar la realidad, no para rebajarse a ella. Quien tiene el conocimiento para generar debate político serio no debe adaptarse a debates personales sino subir la barra. Y, sobre todo, quien opta por formarse tiene la responsabilidad de convertir ese conocimiento en propuesta. Es así como esta nueva generación de líderes está construyendo, y construirá, un nuevo panorama político en Venezuela.

Carlos M. Egaña
@Carlosegana