Concluyendo la reciente Cumbre de la Alianza del Pacífico celebrada en Puerto Varas en Chile, la presidenta de ese país, Michelle Bachelet, en una breve entrevista publicada en el diario El País, pone a debate su convicción hacia las economías abiertas y, simultáneamente, reflexiona sobre los costes de la globalización y del respeto a las identidades de los pueblos.
Claro está que como exponente de un socialismo moderado, la presidenta chilena prefiere el libre comercio frente al proteccionismo de otros países pero ve con preocupación que los electores de nuestras naciones no terminen por comprender las generosidades de la globalización económica cuando la riqueza no les llegue a sus bolsillos y provoque el repliegue al estilo de Gran Bretaña con el fenómeno del “Brexit” y termine por consumar el quiebre de la identificación de los ciudadanos con sus líderes y presentantes políticos.
Mientras que en la Unión Europea se deja ver el ascenso del escepticismo hacia el proceso de construcción de un continente unificado, en Latinoamérica – en cambio- se viene consolidando esta Alianza, integrada por México, Colombia, Perú y Chile, quienes tienen el firme propósito de apresurar su integración en aras de fortalecer sus economías y enfrentar los desafíos ante los mercados mundiales, pero se exige revisar, entre otros, el rol de los partidos políticos como organizaciones capaces de lograr las identificaciones con sus ciudadanos y construir ideas colectivas que aglutinen a las sociedades.
Parece ser que la brecha entre gobernantes y gobernados persistiera y, más bien, se acrecentara con el tiempo. Hacia finales de la década de los 90´ ya el Sistema Económico Latino-Americano (SELA) reconocía la existencia de una crisis política y un sentimiento en ascenso sobre la “inutilidad”, de la política. Obviamente estamos, ahora, ante la presencia de una “crisis de representación política”. Una crisis que comprende una grieta entre los gobiernos y sus sociedades que viene agrandándose en nuestros países, de manera que la fragilidad de las instituciones pone en juego la vida de la propia Democracia.
La presidenta apunta a mirar con cautela la globalización para evitarse la fractura de este bloque económico ante los discursos delirantes de políticos irresponsables y de peroratas intolerantes. Nos plantea, pues, acuerdos de libre comercio que sean una bonanza compartida no sólo para el erario público sino, también, para el ciudadano común.
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Gustavo Romero Umlauff es Abogado peruano y Doctor en Derecho a la Información. Columnista y analista sobre políticas internacionales