Venezuela, un país y sus circunstancias… por Gabriel Reyes

Venezuela, un país y sus circunstancias… por Gabriel Reyes

thumbnailgabrielreyesRecuerdo a un hombre libre y de buenas costumbres como José Ortega y Gasset cuando se refería que un hombre era “el hombre y sus circunstancias”, acto seguido humanicé a nuestro hermoso país y me pregunté a mí mismo, ¿hasta cuándo?

Tierra de gracia, bendecida por el Gran Arquitecto del Universo, hoy ve transcurrir su presente bajo la pesada letanía de la muerte agónica de una democracia herida, en medio de una anomia absoluta que abarca todas las instituciones del espectro ciudadano, desde los Poderes Públicos hasta las más conspicuas organizaciones privadas. Nadie se ha salvado de este marasmo oscurantista que nos ha plagado de hambre, violencia, mediocridad y odio a través de todo el territorio nacional.

¿Qué hicimos mal?, preguntaría un estadista que revisa los últimos 20 años de nuestra historia, desde el gobierno del filicida que por acariciar su ego retorcido ejerció sobre un discurso alcahuete y absolvió a quien comenzó esta triste historia de puñaladas al Contrato Social que rige nuestros días. Otro preguntaría ¿Qué no hicimos? Y tal vez esta interrogante cuente con respuestas que operacionalizan mejor este constructo nefasto de una Venezuela en fase terminal.





Quisiera comenzar por unirme al coro de analistas del pensamiento del Maestro Uslar cuando se refirió a la necesidad de “sembrar el petróleo” y enseguida la frase sirvió de pretexto para en un esfuerzo ilimitado todos nuestros gobernantes lograron exactamente lo contrario. Tal vez estos últimos 17 años dibujaron a mano alzada el garrafal boceto de un país monorentista donde una oligarquía cleptócrata se robó el producto de nuestro subsuelo para engordar sus cuentas internacionales sin otro propósito que lograr la revancha social del resentido que arribó al poder sin saber comer con cubiertos, y ahora se regodea del logro alcanzado.

Este pueblo noble, que se formaba bajo la premisa del esfuerzo y el estudio como medio de ascenso social encontró en esta sarta de ineptos empoderados y hábilmente manejados cuál titerejos por una senil pareja de asesinos caribeños, una nueva historia de dinero fácil a cambio de entregar su voluntad y los valores que se acuñaron en nuestras familias por siglos. Entonces era imposible enderezar el camino cuando todo estaba servido para que las industrias del submundo criminal penetraran todo lo que encontraron a su paso, atomizando los escrúpulos y regalando la fantasía del acomodaticio paraíso terrenal.

Expropiaron, perdón, robaron al que producía, corrompieron al funcionario terminando con la tarea del cebo comenzada a mediados del siglo pasado y convirtieron la vitrina de la democracia de América Latina en una República Bananera sin mayores perspectivas que una bota, que sirvió para pisar terrenos liberados del yugo español y hoy son instrumentos que abonaron el camino a la entrega de nuestro país a los desalmados que sin entrar por Machurucuto, lo hicieron por Miraflores.
Hoy encontramos a un pueblo hambreado, haciendo interminables filas para acceder a “lo que haya”, un gobierno inepto que al no encontrar cómo solucionar su propio marasmo concluye su verde tutelaje en la entrega al hombre de armas, ciudadano en uniforme que olvidó el juramento constitucional de apoliticismo, el compromiso de ser gendarme de la democracia, y se ha convertido en el auxiliar del desastre, en la tripulación del buque que naufraga, en la deshonra de nuestra historia de grandes hombres de armas, y en el yugo que oprime a un pueblo desesperado cuando sale a la calle buscando medicinas, comida, o simplemente, algo de dignidad.

Vistos desde el exterior somos el hazmerreir de los más desvergonzados, que vivieron de la irresponsabilidad de quienes regalaron lo que no era de ellos y ahora no tienen quien nos ayude a capear este temporal. También somos el centro de la preocupación de los demócratas que sienten que un pueblo noble no merece tanta iniquidad, no merece esta pesadilla de miseria e indolencia que nos azota por los cuatro costados.

Una oposición que lucha como aquel que embestía con escobas a los molinos, con la esperanza de triunfar, vencedor en un duelo entre caballeros, cuando del otro lado no había nada siquiera parecido. Todavía enarbolando un desgastado pabellón de UNIDAD que cada día parece formar parte de la escenografía de esta tragicomedia en varios actos, y donde todos van juntos pero cada uno lleva su propia agenda en el bolsillo, sin compartir la visión de una misma Venezuela, porque la foto que sueñan tiene protagonistas diferentes, sin sentarse a dibujar una Venezuela posible que sea potable a quienes sienten el frìo del salto al vacío o el escepticismo de promesas incumplidas.

¿Qué nos queda?

Nos queda mucho!! Nos queda un pueblo noble que desea recuperar su democracia y que trabajará por alinear el derrotero político con el público, haciendo de los temas de la gente el pivote argumental de sus representantes, que entenderá que el socialismo, en cualquiera de sus formas, reparte miseria y excluye al ciudadano de su propio desarrollo y que se organizará en partidos políticos sanos y con sustrato ideológico, para perseguir el progreso como consecuencia del emprendimiento, que renunciará a la visión paternalista de un Estado a reconstruir, y fijará sus esperanzas en el Capital Social que sea capaz de generar, alimentando el respeto del individuo a sí mismo, a las instituciones que se levanten de estas ruinas, frescas y eficientes, que encontrará en la Confianza el motor del cambio, planteando una sociedad que confía en sí misma, y que va identificada y con sentido de pertenencia hacia un destino diferente, y con una infinita capacidad de participación política para convertir el deseo colectivo en un grito que no sea asfixiado con la almohada de la represión, ni confundida con el engaño del clientelismo.

Llegaremos a ella por el Referendo, por la Constituyente, por la invocación colectiva del art. 350 de nuestra Constitución, por elecciones libres y democráticas, o por la vía cívica que se plantee, pero llegaremos a ella, porque Venezuela merece Paz Social y Progreso, merece conciliación sin impunidad, merece una Fuerza Armada en sintonía con su Pueblo y no con un discurso proselitista, merece la construcción de una sociedad de propietarios y no de inquilinos de régimen alguno, merece trabajar para vivir bien, estudiar para superarse y contar con respeto a la vida, atención a la salud, inversión en la educación y esperanza en sus ojos.

Tal vez esta visión positiva del futuro no sea una proyección inmediatista, y estoy seguro que como dijo en su oportunidad Churchill, nos costará “sangre, sudor y lágrimas”, pero si todos construimos una visión de cambio, lo lograremos porque nadie puede secuestrar a todo un país y hundirlo en la miseria mientras unos pocos se regodean de fortunas mal habidas. Seremos Obreros de Paz y Agentes de Cambio porque esta tierra parió hombres y mujeres dignos que lograremos cambiar estas “circunstancias” que hoy vivimos.

Amanecerá y veremos….

@greyesg