¿Cómo no sentir vergüenza? Por @ArmandoMartini

¿Cómo no sentir vergüenza? Por @ArmandoMartini

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Venezuela vive una etapa -como nunca- plagada de delincuentes que han tomado por asalto las finanzas públicas. No sólo quienes ejercen cargos, sino sus cómplices, igualmente bandidos. Es nauseabunda la impunidad de cómo se pagan y se dan el vuelto entre ellos. El país, sufre una crisis de principios éticos y morales, que acentúan la gravedad cada día más viscosa.

Imposible no sentir vergüenza por haber bajado hasta el último escalón y mantener la protesta sólo como ocultos gruñidos y atenazada la dignidad de reaccionar. El oficialismo ha trasformado a Venezuela en una prisión en la cual pocos reclaman, quienes lo hacen, son confinados a celdas y la mayoría opta por no ver, no escuchar, no decir, en la esperanza de un milagro. Vicio venezolano, que nos ha convertido en un pueblo ajeno a rebeldías siempre esperando al milagrero.





Cómo no sentir vergüenza al escuchar dirigentes y funcionarios en incoherencias, desatinos, diciéndose y contradiciéndose con la misma facilidad con que se limpian después de ejercer necesidades fisiológicas, con la misma naturalidad con que los patanes se tapan un orificio de la nariz y soplan por el otro, con fuerza expansiva e insultante, las asquerosas mucosidades, potencia y descaro que no sabemos usar para expulsar sinvergüenzas.

Cómo no avergonzarnos cuando hemos perdido las esperanzas de resolver nuestros problemas nosotros mismos, volteando la mirada fuera de nuestras fronteras, donde, -quizás-, conseguiremos maneras y respuestas, pero no por nuestro esfuerzo ni sentido de patria, sino por inspiraciones e imposiciones, a las que debemos sonreírles y agradecerles, gestiones de las que hemos sido incapaces, más allá de reclamar con las furias controladas que el régimen nos permite.

No les falta razón a muchos que fuera del país, preguntan por qué no hacemos sino gemir mientras aceptamos el populismo ruin desplegado en pobretólogos y politiqueros, que a toda hora platican sobre la pobreza en función de votos y no de decisión y acciones para resolverla.

Cómo no sentir hastío y decepción cuando incansables estudiosos de la miseria, teorizan sobre ayudas, subsidios, dádivas, y no atienden ni entienden las causas reales; como falta de educación y preparación académica, principios morales y éticos, buenas costumbres ciudadanas que abran puertas a jóvenes con posibilidades, impulsando la competitividad y meritocracia, columnas del progreso individual, familiar y social.

Se nos debería encender la cara de indignación cuando demasiados dirigentes ofrecen y prometen, engañando y manipulando, sólo para fortalecer sus opciones y posibilidades electorales, con el agravante de que ni siquiera se sienten mentirosos cuando mienten.

Son los decepcionantes que una vez prometieron la salida del chavismo si no votábamos, los mismos que pidieron sufragios para sacar al madurismo; un año después los anulados han sido ellos. Deberíamos avergonzarnos por ser confiados con demagogos que ni siquiera son capaces de cumplir destinos de marchas urbanas. Que no tengan el entusiasmo, coraje y originalidad de mujeres y estudiantes, es motivo sólido de vergüenza y decepción. Pero no entienden a quienes ven como simples instrumentos y no como las potencias que realmente son.

Cómo no sentir vergüenza cuando la hipocresía política se adueña, cuando el doble discurso y la doble moral sustituyen la honradez, la decencia humana y del pensamiento, sino que la dejamos asentarse como parte de nuestra cotidianidad, normal, habitual, y así cada ciudadano se convierte en cómplice, en individuo que se habitúa al hedor y deja de rechazarlo.

No deberíamos ser capaces de vernos en el espejo sin rubor cuando hay presos y exiliados políticos con los cuales se juega y utilizan con descaro y sin consideración. Todos señalan que no deben estar ni deben ser, pero muy poco o nada hacen al respecto.

Vergüenza cuando declaran irregularidades, corrupción y violación de los derechos humanos en presencia de presuntos incriminados. Tampoco publican la lista de bandidos que tanto prometieron, aceptándose socialmente, quienes son señalados. Los conocemos, pero no sólo se adula al poderoso, también con quienes tienen dinero sin preguntarnos de dónde lo sacaron, y algunos manejan en su desbaratada conciencia el sueño de recibir algo de esas riquezas mal habidas, una especie de lotería de la ética desguarnecida. La decadencia social avergüenza.

Cómo no sentir vergüenza cuando se menosprecian y subestiman opiniones que no tranquilizan egos insanos y enfermizos; la prepotencia que es denigración hacia el otro considerado menos o, peor, incómodo para nuestra dignidad.

Cómo no sentir vergüenza con las humillantes colas para comprar alimentos, cuando pacientes mueren por falta de medicinas, la delincuencia mata familiares, amigos; y sus asesinos confesos, juzgados y sentenciados, disfrutan de libertad. Los criminales nos atemorizan, pero ya no nos turban, aunque haya madres llorando por hijos que se van a tierras lejanas en busca del futuro que, aunque riesgoso, no lo tienen en Venezuela. La mayoría quieren huir de esta desgracia en que se ha convertido nuestro país, puesto de rodillas para buscar su comida en lo que otros desechan.

Vergonzoso escuchar gritar a 4 vientos que, Venezuela se respeta, mientras se enmudece sobre la colonización cubana; o cuando se dice “tenemos patria”, aceptando con humor criollo que ni eso tenemos. De la misma manera que sin pudor ni pundonor se critican burgueses, oligarcas y quienes lo hacen, están embarrados en la suciedad del capital robado. Cuando hay difteria, desnutrición, presos y exiliados políticos, estos últimos muestra terrible de la grave enfermedad ética. O ese síntoma degradante que ya nada sirve.

¿Será parte de una estrategia para dejar en el más absoluto desamparo a la gente, para que dependa de propinas, logrando con este chantaje perpetuarse en el poder a través de la necesidad? Técnica de desaliento que continúa con la idiotización sistemática, actividad que no es neutralizada por quienes tienen la preparación, ya que carecen de vergüenza, espíritu de sacrificio pedagógico, persistencia y generosidad.

Ese plan, se está cumpliendo no sólo con el chantaje de los CLAP, sino aún más dolorosa y vergonzosamente, con venezolanos hurgando entre la basura en busca de algo para poder mal comer, ésa es la Venezuela humillada que permitimos y seguimos consintiendo que nos dejen tener.

¿El problema de fondo? Es que se nos fue entre los dedos la vergüenza. Sin ella, tampoco tenemos orgullo ni dignidad, sólo nos queda bajar la cabeza y fusionarnos con la oscuridad.

¿Cómo no sentir vergüenza de nuestra desvergüenza? Rescatando los principios éticos y valores morales, que nos permitan recuperarla.

@ArmandoMartini