Juan Guerrero: La tolerancia

Juan Guerrero: La tolerancia

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Desde 1996 las Naciones Unidas declararon el 16 de diciembre como Día Internacional para la Tolerancia. Ello busca erradicar las peligrosas tendencias de algunos países y grupos sociales, que continúan discriminando a otros sectores sociales, por razones religiosas, políticas, étnicas, sexuales, culturales y sociales.

Si bien esto ha resultado en un mayor énfasis en programas educativos, desde el mismo momento de declarar todo 1996 como año para la tolerancia, se iniciaron confrontaciones y debates sobre el sentido mismo de lo que podría aceptarse como “tolerancia” y sus diversas interpretaciones.

Viene este asunto de nuevo a estar debatido a propósito de lo que ocurre en algunas áreas del mundo islámico, sobre los matrimonios impuestos (hombres entre 35-55 años) con niñas de entre 7-12 años. Así como la situación sociopolítica y económica que ocurre en Venezuela y la sistemática y planificada hambruna, con sus secuelas de malnutrición de adultos y desnutrición crónica y severa, en niños y jóvenes, a propósito de la aplicación de un sistema ideológico-político, denominado socialismo del sigloXXI.

Hace pocas semanas un cibernauta mostraba por las redes sociales una selfie donde se fotografiaba junto con un militante chavizta. A pie de imagen, colocaba: “No importan las diferencias. Todos debemos ser tolerantes”. Palabras más palabras menos, ese fue su razonamiento.

Mi respuesta a este mensaje, no se hizo esperar. Escribí que hay ciertos asuntos que es imposible tolerar. Uno de ellos está referido al pensamiento político chavizta y su absoluta y demostrada práctica de la intolerancia, por ser totalitario, militarista, arbitrario, corrupto y corruptor de los valores trascendentales de la cultura venezolana.

No se puede tolerar ni ser tolerante con quienes piensan y actúan contra los principios de la decencia, los valores humanos y la tradición de una cultura tan rica y sublime, como es la venezolana.

Y es prudente y necesario advertir que ser tolerante no significa aceptar al Otro-diferente, aún y cuando sus actos conlleven destruir nuestra cultura y manera de pensar, por imposición violenta, tanto de palabra como de hecho. Esto es lo que está sucediendo en Venezuela.

La tolerancia mal entendida, sesgada y demagógicamente promocionada, ha fracturado los cimientos de la venezolanía y su civilidad, y está suplantando esos sagrados valores por otros, ajenos a la idiosincrasia nacional. Se aprecia en los modismos y giros idiomáticos, práctica de la sociabilidad, y específicamente, en la educación formal donde se adoctrina a niños y jóvenes, en valores de nombres de personajes de dudosa moral, como Ernesto “Ché” Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez, entre otros.

Por estos tiempos quien diga ser chavizta y practique esos pseudovalores, debe saber que hace exactamente igual a quienes en el pasado, eran fanáticos del nazismo, del fascismo: apadrinaron y respaldaron regímenes declaradamente contrarios a la razón humana. Por lo tanto, son co-responsables, por acción u omisión, de cientos de miles, millones de actos bárbaros, como dejar morir de hambre a niños o morir, por falta de medicamentos y atención, a enfermos psiquiátricos o de enfermedades crónicas.

Ser chavizta no se puede tolerar. Eso es contrario a la naturaleza humana. Es indicativo y sinónimo de persona intolerante, bárbara, y que debe ser señalada como enemigo del progreso humano.

La defensa de la democracia venezolana pasa por defender los principios y valores de nuestra república. Porque los momentos que vivimos no se solucionan con presión social para exigir elecciones. El momento actual es la sobrevivencia misma del Estado, la república, su civilidad y su cultura.

Entendamos que estamos frente a un régimen. No ante un gobierno. Y este régimen actúa según patrones diseñados y aplicados casi milimétricamente a través de la imposición, a la fuerza y de manera coactiva, del manejo de la contra o postverdad (la construcción de verdades artificiosas) que se imponen desde un imaginario mítico-simbólico, asociado al sacrificio por un ideal superior que será reconocido y recompensado, mientras más obedezcas y sumiso te conviertas.

El comunismo y su estado intermedio, el socialismo, comportan pseudo-valores y principios que niegan, y por tanto, se oponen, a la práctica de la libertad y el reconocimiento del individuo, como ser autónomo y crítico.

En este orden de ideas usted debe comprender y entender que el chavizmo y los chaviztas, defienden el libertinaje, la arbitrariedad, la mentira y la práctica de la violencia. No espere cambios de actitud significativos en su modo de actuar. Porque, después de todo, la mentalidad chavizta es, básicamente, de esencia marginal. Y la marginalidad se enfrenta, se somete y se doblega. Y después, se supera con procesos directivos de educación formal.

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