¿Dijo la Fiscal: perdón, Venezuela? por @ArmandoMartini

¿Dijo la Fiscal: perdón, Venezuela? por @ArmandoMartini

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¿Está Judas en el infierno, en el fuego eterno del mal amigo que traicionó al Hijo de Dios? ¿El miserable para quien 30 monedas fueron una humillación y ahorcarse, una salida, al horror infinito de la traición, que llevó a su maestro a ser sometido al espanto de tormentos que abruman el asombro del lector más indiferente? Un proceso de sufrimiento que hiela el estómago y estremece cualquier dolor infligido. ¿Se arrepintió realmente, o desesperó ante la aberración de sus actos?

Es un principio cristiano, Jesús-Dios asumió los pecados, sufrió por ellos, su dimensión ilimitada hace inmedible el castigo, pero también la redención. Sólo Dios, puede redimir al humano de sus pecados. Segundos de arrepentimiento sincero ante Dios, exime una vida de mal. La diferencia no es manifestar deseo de arrepentirse, pedir perdón, sino la sinceridad y convicción profunda, el daño honesto de haber pecado, ése es el arrepentimiento, si no hay ese padecimiento franco, es sólo maquillaje acomodaticio y provechoso.





Nadie puede afirmar que una persona está sepultada en el infierno por sus pecados, menos aun, conocer qué pasó en la conciencia, o espíritu y si en un último suspiro logro conexión con su Creador. No deja de ser terrible morir durmiendo, excepto para los buenos cumplidores de las normas del Señor.

Pero no es así en actividades terrenales. La política y el poder, son inventos y desarrollos humanos, no divinos. Es posible hacer política en la religión, es viable llevar la política con fervor religioso, pero no son lo mismo.

Un activista de la política puede cometer casi todo pecado imaginable pensando en objetivos y aferrado a la disciplina del partido. La diferencia entre religión y política, es que en la primera puedes pecar y después ser perdonado si te lamentas con honradez, profesando apocamiento y pesadumbre. En política lo habitual es que te arrepientas de una acción porque no produjo los resultados esperados, y es común que nadie te perdone, seas echado a un lado y atormentado por el olvido, verdadero infierno de los políticos.

En política, arrepentirse tiene, mucho de religioso. No es sólo analizar las fallas, un proceso de enfrentamiento entre principios, conceptos ideológicos, intereses y ambiciones, observación de pensamientos, expresiones y actitudes de quienes nos rodean. Afligirse, en lo personal, lo religioso y lo político, es tener el coraje de reconocer que se ha equivocado; si no es así, arrepentirse es sólo un ajuste. La mayoría de los políticos hacen ajustes. El ser humano que está por debajo, el originalmente espiritual, no se limita al ajuste: cambia.

¿Quién es la Fiscal General? política que ha hecho un ajuste -estremecedor, pero, acción de conveniencia- o acaso, una ciudadana que llega a un punto de inflexión, que se cansa, se arrepiente de ceder y decide parar, proclamar un no más, cambiar. Lo cual acarrea interrogantes, ¿Lo aceptamos los demás? Tanto si Dios la ha perdonado como si no, ¿la comunidad reconoce el evento de la Fiscal, admite y entiende que es una situación nueva y sincera? Se le reconoce, pero no es posible creerlo si al día siguiente, se sonrió con Maduro.

Cuesta mucho y es muy difícil creer en un arrepentimiento. Es factible comprender que una persona pone límite, y lo anuncia –que siempre compromete-, hasta ahí permite, pero no más. Es un ajuste, grande, pero ajuste. ¿Cómo olvidar acciones anteriores? ¿Cómo consentir pasadas injusticias? ¿Acaso nunca descubrió violaciones del principio e hilo constitucional? ¿Admitió ilegalidades, desafueros, violencias, volteo la cara e incluso las amparó, bloqueó sus principios y conciencia?

En la praxis política y social, en el todos-los-días, la confesión de la Fiscal trasciende la conciencia íntima y penetra el interés ciudadano. Es un rechazo brutal al enfoque que ofende mayorías buscando el beneficio de pocos. Lo pretendiera o no, Luisa Ortega se transformó, por un momento, en símbolo de la protesta mayoritaria. En heroína de huérfanos, de una comunidad cuyos dirigentes hablan mucho y cumplen poco. La Fiscal General cumpliendo su trabajo, remordimiento de conciencia, rechazo personal, convicción, utilidad o acción planificada, abofeteó la dictadura castro-madurista.

Quizás ahora vuelva a arrepentirse, ésta vez, del bofetón, puede que negocie con el Gobierno o no, a título personal o a nombre de quienes representa, lo cierto, es que el Gobierno está en cuenta que la maniobra salió mal. No importa, fue hecho. Los días de la semana pasada fueron de primera plana perjudicial y negativa, reaccionaron gobiernos y líderes del orbe con intranquilidad y rechazo.

Políticos, demasiado jóvenes e inexpertos para entender la historia como proceso diario, han expresado júbilo excesivo por la actuación de la Fiscal. La han perdonado echando al olvido a sus propios presos y exiliados políticos, que afirman defender no con la fe del inocente ofendido e indignado, sino con las banderas embadurnadas de propaganda política.

El régimen es dictadura, no lo oculta, ha sido siempre dictadura con la permisiva aprobación de quienes han sido beneficiarios y cómplices; la paciencia y tolerancia de mayorías a las cuales sólo la abismal incompetencia madurista, está empezando a reaccionar. Sabemos, que amor con hambre no dura. El Gobierno también lo sabe.

Las declaraciones de la señora Ortega Díaz han sorprendido y revolucionado al mundo, fueron hechas en cumplimiento del deber, aunque tenga décadas, siendo partícipe y ejecutora de iniquidades, desdichas y malignidades que han ocasionado muerte, familias en duelo, presos y exiliados políticos.

Lo relevante es que, ha obligado una espectacular reculada. Pero, ¡cuidado! el recule es parcial. Es de advertir a inmaduros admiradores excitados de alegría y bobolongos jugueteando a políticos, que el ejecutivo puede continuar dictando leyes a conveniencia y con su siempre precario criterio, pues mantiene los poderes extraordinarios, incluso penales y militares.

La declaración de la Fiscal General, ciertamente, fue un paso extraordinario. No importa por qué lo dio, lo hizo. El daño está hecho, y eso es importante, no interesa lo que haga ahora. Tal vez, es eso, lo que la inquieta.

@ArmandoMartini