Eduardo Semtei: Entrevista a doña Soez y don Maledicente o los secretos de la OEA

Eduardo Semtei: Entrevista a doña Soez y don Maledicente o los secretos de la OEA

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Si el nombre de la cosa es parte de la cosa, entonces el nombre de la rosa es parte de la rosa. Esa es la filosofía que priva y domina la palabra de los dos representantes más conspicuos y legítimos de una lejana nación, dicen que cabecera de Suramérica,  en el concierto de los países del mundo.  Cada vez que se reunían en diversos lugares del planeta,  los floridos lenguajes dibujaban la realidad más que la realidad misma. Palabra y verbo. Verbo y palabra.  Todos los embajadores oían perplejos las hediondas  frases y oraciones,  que pronto se convertían en lápidas de heces. La palabra siempre antecedió a la realidad. Era poesía y prosa. Al representante del gran imperio lo rotularon con el título de traidor, fue acusado de renegado y deshonesto.  En medio del debate su identificación como farsante e infame hizo eco en las multitudes que aclamaban a Doña Soez, quien apenas ayer, coleóse en magnifico atuendo en un jolgorio al cual no tenía boarding pass.  Al emisario de una nación cuyos habitantes eran conocidos como los manitos, lo recibió el maledicente con aterradoras  e imprudentes palabras.  Estimado amigo, inicióse la salutación, en su condición de impío y claro falsario, me place recordarle a su santa madre a quien se la miento en forma y modo triple y enfatizar que para la Patria Bolivariana es de gran disgusto y pena saludar a tan importante pícaro y bellaco. Nunca nuestras naciones estuvieron más cercanas. Aprovecho esta ocasión, siguió el malhablado, para contestar las aseveraciones falsas y mendaces de uno de los carroñeros más archiconocidos de los bien llamados Aches Guayakies , cuya traducción al castellano no podría ser más indicativa de su esencia “Ratas Rabiosas”.  Su intervención fue espectacularmente vergonzosa  y estúpida y nos deshonra referirlo  en su condición de  ser escabroso y siniestro.  No podría dejar de nombrar  a nuestro sempiterno amigo cuya perversidad e indecoro solo puede acompañarse de un alma infestada de pus.  Nunca hubo un carioca más necio y fulero.  Un perfecto bribón y bandolero, hijo amado de las empresas como Odebrecht.  Hacia él nuestras plegarias para que conserve su talante basto e impúdico.  Jamás podríamos olvidar la gesta obscena  y bobalicona de nuestros facinerosos y malignos amantes de la murga y herederos de la tradición  Ngabe-Buglé, en cuyas raíces históricas abundan casos de caciques criminales y malandrines. Sus más altos patriotas fueron siempre salteadores de caminos y pederastas de gran alcurnia. Nuestros vecinos neogranadinos ocupan lugar preferencial del desprecio del Siglo XXI.  Muchas páginas en la Historia Universal de la Infamia.  Su perfidioso presidente, jefe de los carteles más afamados de cuanta droga existe en el mundo,  nunca Santo sino pecador, cuando no se deleita con el contrabando de bienes y seres humanos, sobre todo de órganos robados, practica sus artes de bribonería e inmundicia civil.  Su figura es un verdadero excremento con ojos y su calidad de roña es envidia de sanguijuelas y violadores.  Tocóle la palabra a Doña Soez quien se turnaba con Don Maledicente para enjuagar de porquerías y excrementos a todos quienes se acercaban a tan despreciable dúo. Era como un torneo diabólico, y dirigiéndose a los herederos de San Martín en palabras de trueno y furia, atinó a bautizar a tan nutrida delegación como los cachorros y mandaderos del imperio, seres de lambrucios, lacayos y lisonjeros,  cuyo alimento eran los mendrugos podridos  que el Dios del Norte dejaba caer de su mesa en los festines donde se celebraba la guerra económica.  Las victorias opositoras contra el  Clan de Doña Soez y Don Maledicente fueron siempre etiquetadas  como triunfos de mierda y sangre por el más alto sacerdote de la manada roja.  En cuanto a los Ticas, señalados desde tiempos inmemoriales como malparidos  y pederastas, profanadores pornos de inocentes cuerpos y almas, bazofias de los valles y montañas, los representantes Bolivarianos les rindieron tributos de odio y envidia.  Así marchaba la literatura viva del encuentro, la llamada escritura verbal.  Los gestos que acompañaban las sabihondas palabras del Dúo no podían ser más efusivos e ilustrativos. El dedo medio de la mano derecha erguido y el resto doblado a más no poder. Un movimiento brusco del brazo derecho doblado por el codo cuyo antebrazo se estrellaba contra la palma abierta de la mano del  brazo izquierdo, todo ello con mirada vidriosa, con las ventanas de la nariz humeantes y la comisura de los labios resbaladiza en saliva espesa y moco verde. El Secretario General del Organismo  lo veía y no lo creía. Lleno de espanto y terror rezaba pidiendo ayuda divina. Todo ruego fue inútil frente a la diarrea de improperios, ultrajes y escarnios que el Dúo disparaba como desde un tubo de altísima presión.  Una manguera de vulgaridades con las cuales bañaba delegaciones, espectadores y transeúntes de ocasión. A todos les llegó lo suyo.  En el país de los reyes de  la prosa negra los mandamases celebraban cada agravio con vítores, copas de champagne e imprecaciones, rodeadas de maldiciones y promesas de guerra  y muerte. Se despidieron deshonrosamente llenos como era de esperarse de putrefacción teórica y mugre práctica.  En esos últimos instantes llegó una sentencia, la 157 del TSJ aboliendo el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y decretando al Dúo como los curadores oficiales del nuevo diccionario de las malas palabras y de las nuevas bases de la diplomacia. Alguien soltó una carcajada de orgullo en el Infierno.





Eduardo Semtei Alvarado                               @eduardo_semtei