Los dos psiquiatras, por César Morillo

Los dos psiquiatras, por César Morillo

 

Una de las historias negras de la era de Hitler hace cuenta del gran poder de engaño de su aparato propagandístico. Josef Goebbels, el Mefistófeles hitleriano, solía emitir partes de guerra en donde daba cuenta de los grandes triunfos del ejército nazi sobre los aliados. Claro, no todo lo difundido era cierto, pero había que mantener en alto la moral ciudadana, y como se sabe, en una guerra la primera baja es la verdad.





Por César Morillo

Desde entonces se ha popularizado la idea de que a los asesores les corresponde matizar los defectos y exaltar las virtudes, y para algunos esto pasa por engañar a la audiencia.

Durante la era chavista-madurista hemos tenido a dos expertos en el engaño y la falsedad, dos psiquiatras, uno el maestro y el otro, su discípulo. El primero fue Edmundo Chirinos, que quizás sea el fraude humano mas vergonzoso que haya conocido nuestra historia contemporánea. Chirinos logró engañar a una universidad y a toda una nación, y con su praxis clínica, a muchas mujeres de quienes abusó valiéndose del poder que le confería su condición de médico consultado y de la situación de vulnerabilidad de unas pacientes ávidas de ayuda. Hasta llegar a matar e intentar ocultar su crimen. A todo ese horror pudimos despertar como nación gracias al magistral trabajo de investigación de la periodista Ibéyice Pacheco quien en su libro “Sangre en el Diván” nos devela la magnitud del monstruo. Chirinos fue el principal asesor y consejero matrimonial de Hugo Chávez.

Ahora Maduro cuenta con la asesoría de otro psiquiatra, Jorge Rodríguez, el discípulo, y quien es señalado como el mago del engaño. El que ha convencido, una y otra vez, a los opositores de sentarse a “dialogar para buscar una salida” y han terminado en otro fiasco, con Maduro mas atornillado en el poder y la oposición mas desprestigiada ante sus propios seguidores. Algunos analistas lo han tildado como el hombre mas inteligente del chavismo, quizás sea que confunden astucia o viveza criolla con talento.

Rodríguez ha sido capaz de convertir un mitin de escasa concurrencia en una inmensa concentración humana, le basta con “pegar” imágenes de diferentes eventos y presentarlos como actuales. También de convertir a muertes por tortura en suicidios. Es un hombre de cinismo extremo y de capacidad histriónica innegable, pero todo se agota, incluso la capacidad de engaño.

Ayer presenciamos, tal vez, uno de sus últimos intentos de estafa. Pretendió enlodar la imagen de Juan Guaidó acusándolo de haber sostenido reuniones “secretas” con Cabello, y mostró un video como prueba. Como si, en caso de que fuese cierto, ese hecho por sí solo significase un grave delito. Pero esta vez los venezolanos no le compraron su estratagema. Peor aun, se mofaron de su argucia e hicieron parodia. Ayer se hizo trending topping mundial el hashtag #guaidochallenge, y hoy el siquiatra Rodríguez perdió toda credibilidad, incluida posiblemente la de su jefe.

Los tiempos que vive la tiranía son de mengua, y uno de los signos mas evidentes de esas horas bajas son los propios “partes de guerra” emanados de la oficina del psiquiatra Rodríguez. Uno de ellos afirmaba que el “muchachón” Guaidó estaba desinflándose por: a)su primera designación, el nombramiento del embajador ante la OEA no había tenido éxito; b) que la Unión Europea no lo reconocía y c) que algunos partidos no lo apoyaban. Pues resulta que en la OEA marcha viento en popa la designación del Dr. Gustavo Tarre Briceño como nuevo embajador ante el organismo, que la UE le ha dado un ultimátum a Maduro de una semana para que llame a elecciones o reconoce al presidente de la Asamblea Nacional como el nuevo presidente de Venezuela y que alrededor de Guaidó hay una solida unidad, ya no solo de todos los partidos sino que se ha consolidado un sentimiento popular de esperanza y de convicción en torno al rescate inminente de la democracia.

El joven Guaidó, con su mensaje sencillo y diáfano, ha sido capaz de desmontar a la tiranía. El cinismo, la argucia y el engaño no es talento, son rasgos que debemos extirpar de nuestro comportamiento ciudadano. Es uno de los signos del cambio que estamos viviendo, donde personajes de mediocre comportamiento y carentes de principios no puedan ser relevantes en las esferas del poder.

A pesar de todo su poder mediático y de coacción, a pesar de la autocensura cobarde de algunos medios que no se atreven a siquiera mencionar a Juan Guaidó, esta batalla comunicacional la ganó la gente y sus redes, que en forma humorística, ha hecho que la mentira sucumba ante la dignidad.