Ramón Peña: Odio contra los pobres

Ramón Peña: Odio contra los pobres

“¡No quiero bono, no quiero clap, yo lo

que quiero es que se vaya Nicolás!”





Clamor de los barrios

Solapadamente, en medio de la polvareda que levanta la usurpación de la presidencia, arrecia la cólera del régimen contra los más humildes de la capital y ciudades del interior. Más de dos docenas de asesinados en las barriadas, numerosos heridos, casi todos jóvenes, baleados por fuerzas regulares y paramilitares. Centenares de presos. Casos de torturas. Los medios de comunicación, bajo presión oficial, guardan silencio.

Gradualmente, se intensificaban las protestas en todos los barrios del país por carencia de alimentos, medicinas, agua, gas, luz, acusando como responsable de sus privaciones al Golem gobernante. Hartazgo de madres, ancianos y jóvenes por sus miserables condiciones de vida. Cansancio de implorar por las dosificadas y humillantes bolsas Clap. Cacerolazos y calle que ya no disuaden los amenazantes colectivos, ni suavizan los falaces aumentos del salario mínimo.

Como respuesta, el régimen ha desatado su odio contra los más pobres. Con saña por mal agradecer las dádivas del proceso. Los escarmientan porque profanan el catecismo que les enseñó que sus enemigos son los burgueses apátridas, no el gobierno del pueblo. Por traidores de clase, al sumarse a la burguesía para rechazar como usurpador al vicario del difunto eterno.

Odio es lo que sobrevive de esta patraña revolucionaria. En su agonía, la bestia arremete contra sus propios hijos. Se agotaron los argumentos clasistas del proceso. Se desenmascaró la tramposa dicotomía izquierda-derecha. La revolución y su huella no es otra cosa que miseria social indiferenciada. Por fortuna, poca vida le resta.

Sobran razones para esperar que esos venezolanos, que alguna vez creyeron en la farsa de esta revolución, se valgan mañana del verbo de Antonio Machado: “…al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.