Yo estaba ahí, por Freider Gandica

Yo estaba ahí, por Freider Gandica

 

Yo estaba ahí.





23 de febrero del 2.019, 7:00 AM

Abro los ojos, miro a mi alrededor, agarro mi celular y veo un video que recibí de un amigo. Eran unos valientes funcionarios de la Guardia Nacional los protagonistas de la corta filmación, no huían, acataban la Constitución y la orden del Presidente (E) Juan Guaidó. Los llamaron desertores, pero la verdad no es así; no se le puede llamar desertor a un patriota dispuesto a rescatar la democracia del país. Eras los primeros actos de rebeldía del día.

Más temprano del lado venezolano, específicamente en Ureña, la represión ya era noticia. No había salido el sol cuando valientes ciudadanos exigían la apertura de la frontera para el ingreso de la ayuda humanitaria. Con perdigones, bombas lacrimógenas y balas eran dispersados los cuidados que sin importar lo que ocurría, continuaban echándole pichón para lograr abrir paso.

11:00 AM, hora de Colombia.

Se había llegado la hora de ir a los puentes, la multitud ya esperaba con esperanza a sus diputados y a las gandolas que traían vida. La primera impresión fue sin duda inefable. Habían puesto cientos de obstáculos en el puente para evitar el ingreso de los ciudadanos, pero también, al final de estos obstáculos y justo en la raya fronteriza, un piquete de mujeres de la PNB esperaba en cadena para evitar el paso.

Pasaron varios minutos, la multitud del lado colombiano esperaba detrás de las rejas de migración Colombia por la orden de un comandante de la policía, quien se acercó y dijo que en minutos daría “razón” de lo que sus superiores dijeran, pero su comandante en jefe —Juan Guaidó— ya había hablado y la orden era ingresar la ayuda sí o sí.

Eran las 12 del mediodía, las gloriosas notas del Himno Nacional eran entonadas del lado colombiano. Bajo el inclemente sol fronterizo, a unos 38 grados centígrados, la multitud empezó a abrir paso. Los obstáculos eran arrojados al río Táchira, no quedó nada material que impidiera el ingreso de las gandolas, excepto el cordón humano que hacían las femeninas de la PNB.

Mujeres de rodillas pedían —a las mujeres del cordón militar— que se unieran al clamor del pueblo, diputados e influencers que ahí estaban presentes hacían lo mismo. Eran mujeres uniformadas, pero su corazón era el de una madre que no le alcanzaba el sueldo para darle de comer a sus hijos. En las lágrimas que salían de sus ojos se notaba la situación que vivían en sus hogares. Dos de las femeninas de la PNB no aguantaron y antes de romper el cordón, fueron retiradas por sus superiores, pero dos de ellas no, y alcanzaron a cruzar al lado colombiano con una multitud que las respaldaban.

Entre todo el forcejeo que hubo de las damas de blanco y las pocas femeninas que estaban ahí obligadas por unos cobardes que las colocaron, el cordón militar cedió y oficialmente la multitud logró ingresar a Venezuela, aunque a pocos pasos, justo al terminar el puente, una barrera de policías con escudos impedía el ingreso a tierra firme.

2:00 pm

“Gritemos con brío, muera la opresión. Compatriotas fieles, la fuerza es la unión” fue la estrofa del Himno que se vio interrumpida por el sonido de las cornetas de las gandolas. ¡Había llegado la ayuda humanitaria a los puentes! Dios mío, jamás había visto tanta gente con lágrimas de esperanza en los ojos. Qué impactante fue haber visto el ingreso de esas gandolas llenas de alimentos y medicamentos al lado venezolano de los puentes. La emoción duró realmente poco. Cuando la primera de ellas estaba a escasos 20 metros del piquete de la policía, sonó el primer disparo de una bomba lacrimógena trifásica. Volvía a sentir el “gas del bueno” que desde el pasado 2.017 no sentía.

La gente empezó a resguardarse debajo de los camiones, otros corrían al lado colombiano huyendo de las densas nubes de humo lacrimógeno. El viejo puente Francisco de Paula Santander colapsó, 4 gandolas cargadas y una multitud se encontraban ahí. La esperanza se convirtió en euforia y dio inicio a una batalla que duró horas. No bastó con lacrimógenas, los perdigones también dijeron presente.

3:30 pm

“Auxilio, nos están disparando”, “Son balas Vs piedras”, se escuchaba en las bocas de quienes ahí se estaban enfrentando para lograr abrir el paso. A mi lado pasaron muchos desmayados por el continuo gas que nunca cesó, pero me impactó cuando vi 3 heridos pasar continuamente con perdigones en los ojos. De pronto en el puente, del lado venezolano, el gas blanco se transformó en humo negro. No entendía lo que sucedía. Un niño corría mientras gritaba “se está quemando la comida”. Jamás lo imaginé, no lo podía creer.

4:20 pm

La segunda gandola que se encontraba atrapada repleta de comida y medicinas ardía en llamas, la desesperación hizo que muchas personas rompieran en llanto. Repentinamente, no era 1 vehículo de carga pesada, sino 2 los que se estaban convirtiendo en cenizas. Sin importar lo que valía su vida, vi cómo jóvenes se lanzaron a la candela y empezaron a sacar las cajas con comida. Pensé que las iban a saquear, pero no fue así. El civismo reinó y el venezolano en cadena humana salvó más de la mitad del cargamento de la tercera gandola, transportándolo así a la cuarta.

6:00 pm

El puente internacional Francisco de Paula Santander era noticia en las pantallas del mundo. Los camiones quemados y los enfrentamientos que aún ahí habían dejaban boquiabiertos a los diferentes periodistas que cubrían la primicia. El mundo no lo podía creer. Un dron sobrevolaba los ya quemados camiones, documentaba la orden del usurpador, orden que le quitó la vida a niños en desnutrición.

7:00 pm

“Alguien viene del humo, cuidado”, “pendiente que es un guardia” fue la frase que alertó a los jóvenes que aún estaban en el puente. Un rostro sangriento con un uniforme verde dejó un testimonio cruel, pero que sin duda dejó desnudo al usurpador. “El gobierno quiere masacrar al pueblo, la orden es masacrar al pueblo”.

El 23 de febrero de 2.019 el mundo vio de lo que son capaces quienes usurpan Miraflores, yo estuve ahí y fui testigo de quienes quemaron los camiones que iban a salvar vidas. Podrán escribir 1.000 artículos, podrán editar 1.000 videos, pero jamás lograrán cambiar la historia. El usurpador está condenado de por vida.

Por Ingeniero Freider Gandica

@freiderGandica

freidergandica@gmail.com