Alfredo Maldonado: No, no vamos tan bien…

Alfredo Maldonado: No, no vamos tan bien…

 

Sin duda que mucho hemos avanzado, pero es inevitable pensar en lo mucho más que habíamos retrocedido. Que Juan Guaidó es un líder nacional al frente de las emociones y esperanzas, de eso no cabe la menor duda. De que Maduro y los militares siguen aferrados al poder, tampoco.





Por Alfredo Maldonado

No debería haber dudas de que la ciudadanía quiere justicia, pero no identifica justicia con amnistía, sino con venganza y, en la más democrática de las interpretaciones, con castigo. El hambre, las frustraciones y especialmente los contrastes entre los ciudadanos empobrecidos y los chavistas con todos los gustos, entre la Venezuela que algunos recordamos y una creciente mayoría optimiza y la que tenemos ahora, no son olvidos fáciles. Esta vez hay demasiados muertos, sufrimiento y furia como para que llegue cualquier politicastro y esgrima promesas, la gente quiere realidades y esas verdades empiezan por hechos concretos.

Guaidó está cabalgando en la última oportunidad, aprés de lui le diluge, parafraseando a Luis XV (¿o fue el guillotinado Luis XVI?). Guaidó está montado en las alturas del fervor ciudadano justamente porque no es, o no parece ser, como los polichimbos del chavismo ni los políticos discurseadores y dialogueros que vienen de la cuarta, o actúan como si estuvieran en ella.

Guaidó, como sus compañeros generacionales, aunque estén inscritos en partidos políticos, son un salto adelante y la gente lo huele, lo siente, lo percibe y, sobretodo, lo necesita con la misma fuerza que el beduino necesita, los ojos ardiéndole y la boca hecha arena, un oasis con agua, palmeras y dátiles tras veinte años de desierto.

Lo único que no se le permite a Guaidó y sus compañeros de generación, es mentir y equivocarse. Lo de la ayuda humanitaria fue un grito de triunfo anticipado, cuando quizás debió ser una tronante petición de ayuda. Lo de ir a buscar su oficina en Miraflores debe ser eso, la exigencia perentoria de unión, coraje y voluntad de entrar, especialmente los que se ubiquen en las primeras filas que serán los primeros en morir y ser golpeados y heridos.

La otra opción puede ser más realista, montar un despacho presidencial en otra parte, que Miraflores quede como simple ciudadela aislada entre vientos cada vez más tormentosos y un vacío infernal. Montar unas instalaciones donde Guaidó pueda recibir embajadores, delegaciones, ministros, dejar calles vacías alrededor de Miraflores, la nada. Establecer y mostrar un Gobierno de verdad, aunque esté por ahora exiliado dentro de su propio país.

Y no seguir implorándole ayuda a los militares, cómplices y participantes del régimen -¿acaso Guaidó cree que son los generales y almirantes los que ocupan la serie de cargos variados en la administración pública y los que salen a reprimir manifestantes o a matar pemones?-, los militares sólo saldrán a apoyar a Guaidó cuando estén seguros de que los jefes del régimen están en fuga y Guaidó sea de verdad el Comandante en Jefe por ausencia de algo mejor. Así que hay que olvidarse de ellos, no importa cuántos Sukhoi, Kalashnikov y demás artificios rusos tengan, todos esos multicondecorados son asunto de los estadounidenses que sí han peleado en guerras. Los militares y policías de Guaidó son los que han corrido abiertamente a su lado y están esperando que alguien los organice y le dé órdenes.

Guaidó debe olvidarse del Papa y que diga lo que crea que debe decir, a su lado tiene a los obispos y párrocos venezolanos, que son los que cuentan junto con sus feligreses, y al Consejo Evangélico y a los judíos. De los musulmanes hay que cuidarse porque, igual que los militares, están o tienen representantes en el régimen y, hasta donde podemos recordar, no hemos escuchado una sola palabra de crítica como si las hemos oído, reiteradamente, de la Conferencia Episcopal Venezolana.

La gente está con Guaidó pero vamos ya para los 3 meses masticando esas esperanzas. Ciertamente el país se caló veinte años de castrochavismo y castromadurismo, pero eso no significa que esté dispuesta a esperar mucho más. Deben tomar en cuenta el señor Guaidó y quienes le rodean que la situación avanza hacia el peor escenario, el de la anarquía y el caos, porque los cariños que Guaidó pierde no están yendo a Maduro, están esfumándose, es decir, hay un vacío de liderazgo que crece. Y que el compromiso es histórico pero comienza con el cumplimiento de un compromiso: cese de la usurpación.