Guido Sosola: Coelho et tussis non caelatur

Guido Sosola: Coelho et tussis non caelatur

Guido Sosola @SosolaGuido

Quizá habrá expresiones mejores, pero lo cierto es que el promedio de los lectores apela a la peor literatura disponible de auto-ayuda. Cada quien hace con su vida y sus lecturas, lo que le venga en ganas excepto que decida por los demás y, precisamente, siendo éste el oficio de los políticos de alguna influencia e incidencia, con poco o mucho éxito, la cosa preocupa.

Séneca recomendaba que para ser amado, había que amar. La fórmula ahora es al revés, pues, para ser amado, hay que amarse a uno mismo ante todo, por lo que cualquier planteamiento y actividad, aunque agrave la crisis, debe estar a la altura de nuestro ego (por cierto, trampolín favorito de todo argentino con vocación de suicida).

Puede ser muy difícil y calamitosa la coyuntura, decisivo el instante y peligroso el momento, pero lo importante es la providencial exaltación del dirigente o líder que lo encara o dice encararlo, realizando una entera perspectiva narcisista que lo hace capaz de repetir la escena para mejorar una actuación que juzga por siempre estelar. Por ello, la política es concebida como un espectáculo que sucede a otro, una épica del sensacionalismo, un compendio de poses y fraseos que, por supuesto, debe conseguir un estallido tras otro de las redes sociales. Vale decir, lo profundo está en la superficie.





Como la tos, es imposible ocultar a Paulo Coelho y, se dirá, ¿para qué complicarse la vida? El brasileño ya la ha pildorizado, conmoviéndonos con sus historias, orientándonos en la vida misma y, trastocados en guerreros de la luz, nos testea permanentemente para permitir que aflore nuestra belleza interna que irremediablemente debe complementar la externa.

Celebrando la ignorancia del lector, tritura cualquier tradición filosófica, religiosa o literaria y, de insondable cursilería, la convierte en una fórmula o recetario. Las grandes dificultades dependerán de un hecho mágico y su correspondiente mago, adivino, hechicero de una caudalosa sabiduría.

El dirigente político tiene una versión de sí mismo y del mundo en clave de telenovela y, claro está, hace de su biografía personal un mito a cultivar en cualquier nivel. Todo suceso se explica por el melodrama y, todo un artista que consumó el fenómeno, constituye el verdadero legado de Chávez Frías y sus batiburrillos de ocasión, capaz de hablar de todo y de nada a la vez, piratear los temas con la asombrosa explotación de los lugares comunes que se presentan como toda una novedad del mesías paridor del cambio histórico.

Quien indague sobre la historia intelectual del antiquísimo liderazgo político venezolano, obviamente le sorprenderá la ligereza del actual que hasta imita verbalmente, pues, no suele escribir, las sandeces de Coelho. Cada evento político es ocasión para amarse ante todo a sí mismo y, por un rito mágico-religioso, esperar que los demás amén al actor principal de una escena compuesta por actores secundarios, terciarios y de relleno.