La infancia olvidada de Venezuela

La crisis en Venezuela ha afectado la salud de los niños, con un aumento del 30,12% en la mortalidad infantil según las fuentes oficiales más recientes. / AFP PHOTO / FEDERICO PARRA

 

“No me quiero morir. Quiero crecer y ser bombero”. Una sola frase resume hoy la enorme tragedia venezolana, las nueve palabras que Roberth Redondo (siete años) le dijo a su madre tras recaer de su enfermedad y ser ingresado de nuevo en el hospital donde murió. Roberth es el segundo niño que fallece en mayo víctima de una leucemia linfoblástica aguda y víctimas, también, del derrumbe bolivariano del que fue el país más rico de América. elmundo.es

Por DANIEL LOZANO





A Roberth y Giovanni Figuera (seis años) les preceden otros ocho chiquillos afectados por las mismas carencias. En las últimas horas venezolanos anónimos ayudaban a su madre, Geraldine Labrador, a pagar los gastos del entierro de su niño. En Venezuela el dolor no se va nunca, aflora por todos los rincones, hasta por el último.

Los dos pequeños formaban parte de la última lista de 30, ahora 28, que esperan un milagro en forma de trasplante medular en el Servicio de Hematología del Hospital Pediátrico J.M. de los Ríos, en Caracas. “Estas muertes pudieran prevenirse“, advirtió la ONG Prepara Familia, siempre presente en la atención y en la denuncia de estos casos. “Roberth Redondo murió desatendido por el Estado. Su muerte pudo evitarse. Todo el respeto por el personal de salud y sus defensores, que fatigosamente han hecho lo posible por salvarle”, se quejó Susana Rafalli, prestigiosa activista humanitaria. Robert sufrió una recaída y regresó al hospital tras un calvario multiplicado por lo que en Venezuela llaman la “situación país”: las quimioterapias están suspendidas, no se hacen punciones lumbares, no hay reactivos para hematología, el aire acondicionado no funciona, ni siquiera en el quirófano…

El pasado 9 de abril, las familias de los niños lanzaron un SOS desesperado, incluso introdujeron una denuncia ante el Defensor del Pueblo, nunca escuchada. Además de las carencias de insumos y servicios, los familiares recordaron que el Estado mantenía en suspenso un convenio con el Gobierno de Italia para que los enfermos recibieran el trasplante en hospitales europeos. El programa cumple cuatro años de fallas por la deuda millonaria que Caracas dejó acumular, la misma estrategia seguida desde el inicio de la crisis y que incluye aerolíneas, multinacionales, comerciantes y gobiernos.

Desde hace semanas, el chavismo combate la realidad con su gigantesco aparato propagandístico, en un intento de mantener como sea ese 15% que apoya a Maduro y aportar argumentos a sus portavoces en el exterior, incluida España. “Lamentablemente falleció otro niño venezolano esperando su trasplante de médula ósea como consecuencia del bloqueo criminal de EEUU, que impide transferir fondos a las instituciones italianas de salud con las que PDVSA atendía estos casos urgentes”, escribió el canciller Jorge Arreaza en sus redes sociales. El Gobierno, a su vez, hizo público que la Cruz Roja Internacional trasladó a cuatro menores venezolanos, enfermos de cáncer, al hopital Bambino Gesú, de Roma.

La primera que negó tales argumentos fue Geraldine, la madre de Roberth: “No es justo, eso no es culpa del bloqueo. Es culpa de ellos mismos por su negligencia, por su falta de conciencia”. “¿Cómo se explica que no hay recursos para trasplantes de médulas a niños por un bloqueo financiero pero sí se aprueban recursos para la producción de ametralladoras?”, se quejó también Carlos Trapani, coordinador general de Cecodap, organización que lleva años luchando por los niños enfermos del hospital.

El Hospital J. M. De los Ríos, principal referencia pediátrica en Venezuela, se ha convertido hoy en un paradigma de la tragedia nacional y en el espejo de la gestión revolucionaria. Ya en 2014, la Contraloría de la República (órgano chavista) reconoció el deterioro de su estructura y las fallas tanto en insumos y equipos, además de la falta de médicos.

En esos momentos sólo estaba comenzando la crisis, un año después de la llegada de Maduro a la presidencia. Las primeras sanciones atacaron las cuentas personales y los negocios en el exterior de los dirigentes chavistas.

La despedida de Roberth, narrada por su madre, airea también la historia de un niño que luchó hasta el final, no se rindió jamás. “No había plaquetas en el hospital y el niño me vomitó sangre dos veces”, rememora. Más tarde apareció un directivo del centro médico para comunicarles que habían encontrado plaquetas, que a la familia le tocaba ir a buscarlas. Ya era tarde.

“El día que convulsionó me dijo que tenía mucho miedo, que no me quería dejar sola”, concluyó la madre, tan guerrera como su hijo.