Los secretos técnicos de una “bestia” llamada Manny Pacquiao para mantenerse en forma

Los secretos técnicos de una “bestia” llamada Manny Pacquiao para mantenerse en forma

Manny Pacquiao y Keith Thurman durante su combate de campeonato de peso welter de la AMB en el MGM Grand Garden Arena. Pacquiao ganó por decisión dividida. | Foto: Joe Camporeale-USA TODAY Sports

 

La historia del boxeo mundial tuvo decenas de cracks. Cada uno de ellos, en la época que le tocare actuar, sobresalió por la suma de virtudes proporcionadas en armoniosas dosis y por lo menos una de ellas se distinguió cómo el soporte fundamental de sus triunfos.

Por Cherquis Bialo / Infobae





Una estrella del boxeo nunca puede ser el resultado de una sola caracteristica, aún cuando sea ésta la principal razón de sus logros. Un noqueador debe saber defenderse y un estilista tiene que saber pegar; un ortodoxo tiene que sorprender y un heterodoxo apelará a las herramientas comunes de preservación.

Manny Pacquiao es el único boxeador de la historia que ha desafiado estos conceptos técnicos al ponderar su compromiso emocional sobre el ring hasta convertirlos en sentimientos de campeón.

La historia nos pone ante boxeadores de clase como:

Muhammad Alí, Ray Sugar Robinson, Sugar Ray Leonard, sólo por mencionar a los principales paradigmas de la estética. También disfrutamos de campeones inteligentes de exclusivo estilo: Floyd Mayweather, Nicolino Locche, Floyd Patterson.

Tuvimos enormes campeones cuyas estrategias fueron demoledoras: Carlos Monzón, Marvin Hagler, Tommy Hearns, Evander Holyfield. En el espectro de estas caracterologías están los peleadores sanguíneos: Jack Dempsey, Julio Cesar Chávez, Mano de Piedra Durán, George Foreman, Joe Frazier, Rocky Marciano, Mike Tyson…

Estos referentes, mencionados solo como mínimos pero inequívocos ejemplos de diferentes tiempos, sustentaban su principal virtud en un punto –boxear, pelear, pegar o demoler- y complementaban su labor recurriendo al resto de los conocimientos que obviamente poseían según las circunstancias que les presentara cada combate.

Manny Pacquiao, el ocho veces campeón del mundo, demostró en el MGM de Las Vegas ante Keith Thurman que lo suyo es diferente a todo lo histórico; él es ataque, condición física, compromiso emocional, velocidad, piernas antes que puños , potencia y estrategia.

Por cierto que en la línea de tiempo hubieron cientos de boxeadores con su misma tendencia o estilo, pero justamente por atesorar la exclusiva suma de estos recursos no se inscribieron en la historia mayor del boxeo universal: pudieron ser campeones pero efímeros, duraron poco, cual luz de bengala. Se recuerdan más sus épicas batallas que sus historias.

Y ninguno de ellos – ilustres o efímeros- tras pasar largamente los 40 años.

Los secretos de Pacquiao para ganarle indiscutiblemente a Thurman fueron:

1) ATAQUE VERTICAL: Se habrá advertido que la caída sufrida por Thurman en el 2° asalto fue consecuencia de tres golpes –apertura con toque de derecha cruzada, izquierda plena sobre el intercostal y otro derechazo al pómulo – pero sustentados en cuatro pasos leves hacia adelante con los pies en una misma línea. Tal maniobra achicó el espacio con el cual Thurman podría intentar una salida lateral y al retroceder creyó tener las cuerdas más cerca. El aluvión no le permitió otra cosa que buscar equivocadamente distancia pues nunca dejó de tener a Pacquiao encima y cayó sin haber perdido la conciencia;

2) VELOCIDAD SIMÉTRICA: Este enorme campeón mundial ha logrado algo muy difícil como lo es sostener una complementación ponderada entre la velocidad con la cual hace partir sus lanzamientos – siempre de corto recorrido – y la dinámica de traslado. Resulta ocioso explicar que hay momentos de un combate en que los brazos están menos fatigados que las piernas y es cuando el boxeador elige transitar poco y exponerse a los cambios de golpes pues ha perdido cierta fuerza locomotiva. En cambio vimos cómo Pacquiao, aún en momentos criticos como los padecidos en el 7° asalto, jamás se quedaba por más de cuatro a cinco segundos contra las cuerdas y desde allí partía de contraataque. Esto hizo que el match fuese dramático; cada vez que Thurman lograba posiciones propicias aprovechando sus brazos significativamente más largos, Pacquiao no se cubría, ni escapaba, ni intentaba amarrarlo, ni darlo vuelta, ni esperar que el arbitro Bayless los separara. Antes bien, esperaba el acierto de meter un gancho o un cross y pasaba desde la posición de defensa a la de ataque haciendo que el público vibrara. En sus piernas estuvo el secreto, unas piernas prodigiosas que le permitieron marcar la distancia en la cual se pelearía a razón de tres movimientos de cada pie por cada golpe lanzado, una maravilla;

3) ESTRATEGIA EN TRES TIEMPOS: Pacquiao expuso una estrategia de combate irreprochable cuyo estricto cumplimiento requiere la apelación a todos los factores técnicos y de una enorme experiencia. Tal como se pudo ver hubo momentos del combate difíciles para Manny, especialmente las aperturas en jab de Thurman y la impecabilidad de sus golpes externos a la a la cabeza. Fue en aquellos momentos durante la segunda mitad – desde el 7° hasta el 12° – en los cuales Pacquiao recurrió a dos de sus enormes virtudes: coraje con toma de riesgo y distribución proporcional de su energía. Se trataba de salir activo y dinámico en el minuto uno de cada vuelta, marcar “descanso” entre el uno y el dos y medio y acelerar en los 30 segundos finales para que cada comienzo y cada cierre lo tuviesen como el actor dominante; objetivo que logró en el público y en los jurados. Cada comienzo y cada cierre de round se le valoró la audacia y el derroche de generosa entrega para asegurar tarjetas, show y dramatismo. El mix perfecto que sólo puede lograr un gran campeón cuya especial genética también lo distingue.

Tras el triunfo ya se hablaba de su próxima pelea y la especulación unía desde una merecida revancha con Thurman hasta provocar el regreso a los rings de Floyd Maywather .

A los 41 años – los tendrá cuando llegue ese momento – Pacquiao sabrá cómo, dónde, cuándo y frente a quián.

Tambián sabrá que el próximo Thurman que fuere, que le toque, le elijan o acepte, será más jóven, más fuerte y más vigoroso. Hasta es probable, por qué no, que le gane.

En cambio lo que ningún resultado futuro modificará es el lugar de Pacquiao en la historia del boxeo mundial: grande entre los mas grandes. En el más admirativo de los sentidos: una bestia.