Retorno sin retorno, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Sería interesante que alguien explicara qué pasó realmente este sábado 16 de noviembre. Dadas las expectativas, resulta difícil de comprender, más allá de pensar que la oposición encabezada por Juan Guaidó rodeado de su corte celestial -dirigentes partidista del G4 y posiciones no siempre coincidentes-, se despistó, desorientó. Pareció que había ido a hablar obligado, como si no se hubiese preparado, con un discurso flojo, improvisado, a la carrera.

Se sumaron miles de ciudadanos a los que ya estaban protestando en las calles, gremios de enfermería, educación y otros, sin olvidar los estudiantes universitarios. Se habló mucho, incluso Guaidó manifestó, el no retorno, pero sin plan concreto de acción, ni programa a cumplir. El Presidente interino dijo muchas cosas para al final no decir nada trascendental, y terminar cantándole el Himno Nacional venezolano a los empleados que estaban en la Embajada de Bolivia.

¿Qué fueron a hacer allí? Se entiende perfectamente que los bolivianos han sido un ejemplo de cómo sacarle las bases a un dictador, pero no tanto como reacción a su Gobierno -sin entrar en detalles, de eso se encargará la DEA-, sino como rechazo a su intento descarado e incluso torpe de burlar la voluntad ciudadana que no aceptó su cuarta candidatura presidencial consecutiva, y el claro control de un poder electoral sumiso, obediente y manipulable.





Si era por participar en una caminata, más sentido hubiera tenido irse a cantar el himno frente a la Embajada de Cuba, verdadero centro de estrategias tracaleras y controles. Ya que se iba a caminar, que es un buen ejercicio. Lo de este sábado 16 de noviembre fue un acto improvisado -mostró síntomas-, de apuro. No estaba el presidente encargado preparado para un día de soledades, como muchos pensaban sería, ni para un día de multitudes como algunos anhelaban y en secreto soñaban. Fue un más o menos.

No fue el día de la gran rebelión ciudadana, tampoco del fracaso total, mucho menos de triunfo. Fue sólo otro día de manifestaciones, más abundantes y ruidosas que las que han venido sucediéndose de las diversas colectividades hartas de olvido y miseria, pero menos graciosa para la consagración de una lucha nacional y un líder. No importa que el discurso haya sido breve, lo que cuenta es que fue confuso, improvisado, alocución que igual pudo haber sido hecha ante unas cámaras y difundido por las redes sociales sin molestar e ilusionar a tanta gente.

¿Cómo es la cosa de la calle sin retorno? ¿Un programa como el de cualquier trabajo, salir a la calle, protestar, después regresar a casa a bañarse, cenar y dormir? Calle sin retorno es tomar, ocupar el país. Bloquear entradas y salidas de las ciudades, como, por ejemplo, hacen los bolivianos. Atiborrar calles y avenidas. Plantarse frente a instalaciones y dejarles despejado a los funcionarios que o están con el pueblo o están arrinconados. Imponerle horarios estrictos de atención a sus clientes, manifestar cercano a los accesos al Metro, establecer campamentos en autopistas, impedir caminos a las embajadas de los países que apoyan al régimen castrista. En fin todo lo que pacíficamente y ejerciendo el derecho democrático a la protesta se pueda realizar. 

No digo que lo hagan, pero ya que tanto se habló de no retornar a sus casas, ese tipo de cosas son las que debieron hacer y no hicieron.

Y para comentar del régimen, aún más patético. ¿Por qué el usurpador no salió a las calles en los alrededores de Miraflores a encontrarse y compartir con sus seguidores? ¿Qué vaina es ésa de un mensaje telefónico, es el jefe, líder, o lo es Diosdado Cabello? ¿Dónde estaban los constituyentes y pretendidos diputados que declaran ilegalidades desde la Asamblea Nacional en desacato, ministros e innumerables vicepresidentes? ¿Son ésos los que mandan, cuatro cuadras cortas? ¿Qué pasó con aquellos masivos mítines de Chávez en una Avenida Bolívar donde no cabía ni una mosca adicional?

Este sábado hubo tres grandes perdedores. El usurpador, interino y ciudadanía, tanto opositores como oficialistas. La confianza, fe, ilusión, esperanza se disipó, fue malbaratada y desapareció. Sin embargo, la lucha continúa, difícilmente con el G4 y quienes lo componen, menos aún, con la dirigencia castro-madurista; toca a otros renovar ese anhelo.

Más que continuar, en realidad la lucha comienza. Es imperativo, urgente que los políticos venezolanos, aprendieran a interpretar al pueblo. El mensaje fue claro, contundente: Venezuela exige y persigue un cambio de verdad, no un maquillaje gatopardiano.

@ArmandoMartini