Luis Alberto Buttó: Colonialismo mental

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Nada ayuda tanto a la labor del colonizador como la sujeción mental del colonizado. Así las cosas, en el desarrollo del perverso proceso de dominación de A sobre B, la tarea del primero se torna harto fácil (pan comido, diría la conseja popular) y corona con creces el éxito esperado cuando el segundo asume, no a regañadientes y sí de muy buena gana, su condición subalterna para, a final de cuentas entregado, aceptar la potestad del primero en marcarle pautas de comportamiento que, traducidas en acciones del día a día, crean el círculo vicioso perfecto donde ampliamente se beneficia aquel que busca someter, en tanto y cuanto alcanza sus deleznables intereses, y se encasilla en el atraso el que de manera mansa, invidente como es para comprender la desgracia y la ignominia que lo envuelve, se deja someter sin ofrecer resistencia alguna. Patología de por medio quizás, el colonizado mental mira el mundo a través de los ojos del colonizador, mientras éste, sea donde sea que disfruta las mieles obtenidas con el dominio, se relame gustoso de la posición privilegiada que ocupa.

Lo paradójico del asunto radica en las contradicciones dadas por las particularidades del contexto en que en ocasiones se produce eso que, con irrespeto de las salvedades argumentales necesarias, podríamos denominar colonialismo mental. Una de ellas, sin duda, se detecta cuando se tiene en cuenta que quienes terminan desempeñando el triste rol de colonizados han malgastado su trayectoria vital vociferando en contra de las maldades del colonialismo y sin base científica alguna, de tanto en tanto, se muestran duchos en extrapolar anacrónicamente fenómenos y procesos del pasado para intentar torcer el entendimiento de la realidad presente y así camuflar en la mala fe de otros su acendrada incapacidad para superar el rezago que le es característico. De manera benevolente debe pensarse que perdieron el tiempo leyendo lo que no valía céntimo alguno leer, aunque, lo más probable, es que jamás se sentaron a leer en conciencia por considerarlo ocioso o fastidioso. Sea como sea, son los que siguen enredados en la irreal narrativa del trueque de espejitos por oro. Así de limitada es su visión del mundo y de la historia.





La otra contradicción se detecta cuando quienes efectivamente terminan evidenciando pensamiento con indicadores de colonia operativa se la pasan día y noche acusando a otros de ser los colonizados. Por quítame esta paja del hombro, señalan a diestra y siniestra a quien los adversa de responder a directrices que van más allá de su propia voluntad y discernimiento y reclaman para sí autonomía decisoria que, en todo caso, nunca se demuestra. Ciertamente, este proceder responde a dos razones de peso. La primera, evadir a como dé lugar el reflejo del espejo que les reclama el sometimiento del cual hacen triste gala. Son los que proclaman «ellos se pliegan, nosotros no», montando en escena el más lastimoso de todos los autoengaños posibles. Infantilmente creen que con sólo vocearlo se colocan en el lado correcto de la historia, cuando en verdad sólo saben moverse en la acera oscura de ella. La segunda, confundir a quienes los observan para, en consecuencia, intentar escapar del escrutinio inevitable que con sobrada causa terminará reclamándoles el pensar sumidos en la óptica colonial que vaya usted a saber cómo lograron inocularle. Adjudicar a otros nuestros errores y debilidades siempre fue estrategia llamada a evadir la propia responsabilidad. Lástima que, al final del día, dicha estrategia termina desmoronándose por lo endeble del discurso que la sustenta.

Si algunos no sienten vergüenza alguna en decir lo que dicen, por los menos el coro que los aplaude debería experimentar pena ajena.

@luisbutto3