Quién es “El Zorro de Ojinaga”, el legendario narco mexicano asesinado por un amigo

Quién es “El Zorro de Ojinaga”, el legendario narco mexicano asesinado por un amigo

“El Zorro de Ojinaga” controló el tráfico de drogas en Chihuahua (Foto: Especial)

 

El 24 de abril de 1987, un certero balazo en la sien acabó con la vida de uno de los narcotraficantes más sagaces, poderosos y sinvergüenzas de México: Pablo Acosta Villarreal, alias“El Zorro de Ojinaga”.

Por infobae.com





Años antes, se hizo del negocio de narcóticos en la frontera entre México y Estados Unidos.

“El Zorro de Ojinaga” nació el 26 de enero de 1937, en el poblado de Ojinaga, Chihuahua. Su padre, Cornelo Acosta, fue un humilde campesino que contrabandeaba yerbas medicinales para mantener a su familia, pero en 1958 fue asesinado al interior de una cantina por una vieja rencilla familiar. La muerte de Cornelo coincidió con los inicios de su hijo Pablo Acosta en el negocio de la heroína.

En 1968, Acosta fue aprehendido y enviado a una prisión de Pecos, Texas, al ser sorprendido por policías estadounidenses traficando droga. Fue juzgado y sentenciado a ocho años de cárcel, pero se liberó al purgar sólo cinco. Entonces, regresó a México a su pueblo natal, donde se enteró que la plaza era controlada por Pedro Avilés, “El León de la Sierra”.

También se enteraría de la forma sádica y brutal con la que Avilés se deshacía de quienes le disputaban la zona o traicionaban. Para “El León de la Sierra” trabajaba Manuel Carrasco, quien a su vez contrató a Pablo Acosta.

Una imagen de “El León de la Sierra”, padrino de Pablo Acosta (Foto: Especial)

 

La buena suerte de Pablo apareció en 1976, cuando Carrasco dio muerte a Heraclio Rodríguez Áviles, sobrino de “El León de la Sierra”, en una pelea de cantina. Se dice que cuando Pedro se enteró, le puso preció a la cabeza del asesino, y sin pensarlo dos veces, Carrasco huyó de México.

De esa forma, Pablo quedó como encargado de Ojinaga. En 1980, Acosta era un hombre con toda una base de operaciones en Chihuahua.

Por petición de su socio, Ernesto Fonseca Carrillo, alias “Don Neto”, el capo de Ojinaga apadrinó al legendario Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”.

Según la versión oficial, Carrillo Fuentes mandó a matar a “El Zorro de Ojinaga”, para hacerse de la plaza en Chihuahua (Foto: Archivo)

 

Para Acosta Villarreal, Amado fue su favorito, su protegido, y durante más de 10 años trabajo a su lado, primero como su asistente y después como segundo en jerarquía. La mancuerna acabó cuando Amado lo mandó matar en abril de 1987. La traición vino de la mano de Guillermo González Calderoni, entonces director de Intercepción, Aérea, Terrestre y Marítima de la PGR, acusado años después de proteger a narcotraficantes de diversas organizaciones.

Con el camino libre, Amado Carrilo asumió el control del grupo de narcos que operaba en Chihuahua, que más tarde se convertiría en el Cártel de Juárez.

La muerte de Acosta fue una leyenda igual que su vida. Otra versión documentada más tarde, detalla que el hombre de piel tostada y figura corpulenta se encontraba en una vieja casona del poblado de Santa Elena cuando un tiroteo se apoderó de la tranquilidad del sitio.

En el lugar, el estruendoso zumbido las hélices de los helicóptero lo llenaba todo.

El Zorro de Ojinaga fue inspiración de muchos narcocorridos (Foto: Especial)

 

—”Ríndete Pablo. Ya no hay escapatoria”.

Se trataba de la voz de Guillermo González Calderoni, quien había montado un operativo en contra del capo.

Acosta supo entonces que no había retorno, por lo que empuñó una pistola calibre .38 contra su sien derecha con el índice listo en el gatillo.

Aquella escena, con el cádaver de “El Zorro de Ojinaga” sobre un piso irregular, era el desenlace, luego de meses de perseguirlo, de desplegar la labor de inteligencia e investigación y de intentos fallido por capturar al resbaladizo capo.

Desde entonces, la vida de el hombre de rostro adustado, bigote negro y piel ajada y tostada por efecto del clima desértico se convirtió en leyenda popular con banda sonora.

“Pablo Acosta fue su nombre, de nación americana, y puesto a jugar con lumbre, sabiendo que se quemaba, en las orillas del Bravo, del estado de Chihuahua”, dice uno de los narcocorridos en su honor.