Cástor González Escobar: Un mes más, pero…

Cástor González Escobar: Un mes más, pero…

Cástor González @castorgonzalez

 

El pasado domingo 12 de abril, el desgobierno confirmó lo que ya intuitivamente se anticipaba, que era la extensión del Estado de Alarma en Venezuela por treinta días adicionales, lo cual entre otras cosas supone un mes más de cuarentena y consecuente paralización de las actividades del país, lo cual además de previsible y aunque contradictorio con las estadísticas de supuesto control del covid-19 en el territorio nacional, luce en todo caso alineado con lo que en general ocurre en el mundo.

No obstante los aspectos comunes con otros territorios, el caso venezolano, está como siempre aderezado de otros elementos que lo convierten en sui generis, pues por una parte todo cuanto se decide está revestido de un manto de oscuridad y desinformación, o en el mejor de los casos de medias verdades o información incompleta; y por la otra, acompañado de la permanente amenaza autoritaria y represiva de someter a la justicia parcial y controlada, todo aquello que medianamente salga del guion de lo que ellos y solo ellos creen es el bien común.





En cuanto a lo oscuro, la luz que marque un camino o una mediana guía de certidumbre a la ciudadanía sobre lo que se está haciendo para retomar la senda así sea de una precaria y nueva normalidad, brilla por su ausencia, además de que las contradicciones están a la orden del día. Desconocemos por completo qué tipo de pruebas de detección del virus se están practicando, mucho menos cuantas, ni cuanto demoran sus resultados. Tampoco conocemos si está siquiera en los planes el realizar las necesarias pruebas para saber si los contagiados que se hayan recuperado o los asintomáticos han desarrollado los anticuerpos que les permitan volver a sus labores o inclusive ayudar a los que lo padecen con su plasma. Es un misterio más allá de lo que vemos por las redes sociales, las condiciones en que están nuestros compatriotas que han regresado al país en condiciones de grave necesidad y que permanecen en refugios que al parecer distan de proveer ambientes de mínima seguridad e higiene que amenazan su salud y dignidad. Ignoramos si hay evidencia a la fecha sobre los efectos y resultados de los tratamientos con cloroquina, hidroxicloroquina y mucho menos si tiene algo de cierta la supuesta resistencia o ventaja que nos brinda el estar vacunados en contra de la tuberculosis. En fin, esa densa niebla que cubre todo cuanto hace el desgobierno, no hace otra cosa que transmitir una absoluta sensación de que la improvisación y la chapucería es lo que guía y prevalece en su accionar.

Ya en el aspecto de la conducta autoritaria, observamos más de lo mismo que hemos sufrido durante dos décadas, donde el más mínimo desvío de la línea trazada por el desgobierno, enfrenta la amenaza de la coacción y de la privación de libertad, donde la sagrada garantía del derecho a la defensa y de la presunción de inocencia pasan a un quinto plano. De hecho, los propios términos de la declaratoria de alarma del pasado 13 de marzo y su consecuente prórroga, suponen una muy discutible suspensión de garantías constitucionales fundamentales que revela el talante despótico de quien busca ganar la batalla a un flagelo de salud pública, con base al control político de la sociedad.

Así, en esta larga pausa, transcurrido ya un mes desde que la Organización Mundial de la Salud declarara formalmente que el coronavirus covid-19 pasó de la categoría de epidemia a pandemia, no cabe duda de que el fenómeno ha rebasado la capacidad de respuesta no solo del desgobierno venezolano, sino del liderazgo y de los gobiernos del mundo entero. A la fecha, la respuesta y la solución ha sido el confinamiento o la cuarentena y desde que ello se convirtió en la norma, no se aprecia en el horizonte alguna alternativa, al punto de que la OMS insta a mantener la tendencia, y por ello, tanto en Venezuela como en muchos otros países nos han impuesto un mes más, pero al menos en nuestro caso sin que se vislumbre una luz al final del túnel. Ya en otras jurisdicciones hablan inclusive de retornos limitados, donde se reincorporarían a sus labores localidad por localidad y sector por sector, bajo estricta observación. Lo nuestro se mantiene sin embargo en una sola dimensión, sin asomar siquiera que se esté discutiendo como avanzaríamos hacia una nueva normalidad, y donde las únicas excepciones se vienen produciendo por la vía de los hechos y por la mera necesidad de quienes viven al día.

El debate debe abrirse a pensar y discutir soluciones que concilien un punto medio entre la contención del contagio y la movilidad poblacional en función de su supervivencia, pues de lo contrario avanzamos directo y por la vía rápida, de la pandemia al pandemónium. Un mes más en las mismas condiciones sin avanzar un solo paso hacia el nuevo estándar de normalidad, solo se justifica en el hecho de que no estamos listos para ello, pues ni lo hemos discutido ni imaginado, por lo que toca hacerlo, antes de que la contundente realidad de la inacción nos supere y nos devore.

(*) Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
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