La otra cara: “Los riesgos del fanatismo criollo” Por José Luis Farías

La otra cara: “Los riesgos del fanatismo criollo” Por José Luis Farías

Hay verdades que por mas duras debemos comenzar por reconocerlas. La explicación realista de por qué en Venezuela, después de veintiún años, todavía permanece un régimen autoritario, devenido durante los últimos años en una dictadura criminal, es bastante simple: porque hasta ahora no se ha podido salir del mismo.

No porque no se hubiera querido o porque se pactó una cohabitación con el régimen, como suelen ladrar los adversarios de esta opinión. Se ha hecho de todo, o casi todo, sin lograr el ansiado resultado de poner fuera de Miraflores a quien ocupa el Palacio de gobierno desde hace ya unos ocho años haciendo de heredero del anterior mandón.

Sin embargo, el extremismo derechista insiste en llamar “traidores” quienes han estado al frente de esas luchas en los últimos años, entre muchos otros a Manuel Rosales, Henrique Capriles, Henry Falcón, Henry Ramos Allup, Julio Borges, Juan Guaidó y Leopoldo López, recientemente incluido -o reincluido- por el hecho de haber planteado la necesidad de negociar una salida con el régimen (Por cierto, las declaraciones de López a su llegada a España no dejaron de sorprender a tirios y troyanos, por cuanto nadie lo veía en ese plano de estar sugiriendo negociaciones con el enemigo “criminal y narcotraficante”, y sobre todo produjo especial sorpresa e ira a la claque derechista con cuya posición venía coincidiendo en su política extremista de abstención electoral y aliento a la “fuerza internacional de paz y estabilización”).





El uso deliberado de la etiqueta de “traidores” se ha extendido desde la noche misma del 3 de noviembre en una gigantesca ola de fanatismo registrada en las redes sociales a quienes osen afirmar que Biden fue el ganador de las presidenciales de los Estados Unidos, o peor aún, a quienes repitan que el señor Trump perdió en los Colegios Electorales y en el voto popular.

Sin embargo, como “mapurite sabe a quien pea”, han tratado de pasar agachados frente al reconocimiento de la victoria de Biden por parte de algunos de sus apóstoles internacionales y animadores principales como el presidente de Colombia, Ivan Duque, y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quienes desde un primer momento cumplieron con su deber.

Sin duda, la frustración del extremismo, que todavía abriga la esperanza que en cualquier momento la Corte Suprema del país del norte le dé la victoria a Trump, tiene que ver con que acabado el sueño de la reelección del “Catire” también se disipa el sueño de la invasión que nos haga libres otra vez.

Y por si todo esto fuera poco, el más consistente de los promotores internacionales de las falsas ilusiones del extremismo derechista venezolano, el ex-presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, ha dejado caer una conclusión lapidaria que debe estar torturando las mentes del fanatismo: “Soy muy escéptico. Respecto a la mano dura, sanciones económicas no han sido efectivas porque mientras ellos tengan una vía de escape como Rusia o China, no va a ser efectivo. Y la intervención extranjera nadie la va a hacer”.

Si los difusores de esa etiqueta de “traidores” se pasearan un poco por la historia, sabrían los peligros de acentuar la división moral de una nación entre “buenos y malos”, “puros e impuros”, “polutos e impolutos”, “fieles y traidores”. Para nada diferente a la práctica política del chavismo durante todos estos años.

Salvando las distancias, no es vano recordar que en noviembre de 1919 el mariscal Hindenburg pretendió ocultar la derrota militar de Alemania en la Primera Guerra Mundial afirmando que las Fuerzas Armadas no fueron derrotadas sino “apuñalas por la espalda” por un plan secreto de socialistas, pacifistas, revolucionarios y judíos que “traicionaron” a la patria. Más tarde esa excusa del Alto Mandó fue la perfecta coartada utilizada por un delirante Adolfo Hitler para ascender al poder y llevar al mundo a la tragedia de más de cincuenta millones de muertos.

No crean los fanáticos promotores que gastan esfuerzos y recursos llamando “traidores” a quienes disienten de ellos que esa forma destructiva de hacer política no tendrá consecuencias en el futuro. Una vez salgamos de esta tragedia, que tarde o temprano superaremos, las heridas abiertas por esas campañas fanáticas no sanarán fácilmente y la división de la nación continuará por largo rato y por cuyos males sufriremos.