Arnoldo Pirela: La situación es clara y las cuentas sencillas

Restan alrededor de sesenta años para que el mercado mundial de hidrocarburos entre en franca declinación. Se estima que entonces la demanda de combustibles de origen fósil caerá por debajo del 50% del total de energía primaria necesaria para calentar, enfriar, iluminar y mover las personas, hogares, fabricas, productos y servicios en la escala global. Entonces el carbón cederá mucho más que el petróleo y el gas frente a las renovables y otras fuentes de energía menos emisoras de CO2. Venezuela necesita iniciar ya la recuperación de su industria petrolera, del gas y petroquímica, pues sus grandes reservas probada se hidrocarburos tienen todavía mucho futuro y son prácticamente la única ventaja económica de importancia con la que hoy cuenta.

De esos 60 años se necesitan no menos de 15 o 20 para reconstruir la infraestructura, desarrollar una base mínima de recursos humanos competentes y rescatar la confianza de los mercados internacionales. Es el esquema mínimo que permitiría obtener el gigantesco financiamiento externo requerido, incluida la renegociación de la inmensa deuda actual. Los restantes 40 ó 45 años de producción, procesamiento industrial y suministro de petróleo, gas y derivados involucran un reto aún mayor, pues se trata de alcanzar el desarrollo económico, vía el aprovechamiento integral de gas y la integración industrial de los derivados de los hidrocarburos. Eso que no pudieron o no quisieron hacer los gobiernos desde Juan Vicente Gómez hasta Nicolás Maduro, cuando en 2013 se derrumbó PDVSA sumergida en los disparates económicos y la corrupción.

Insistimos, lo más fácil será completar una reconstrucción, pagando los costos y la deuda acumulada. Una inteligente y sensata disposición para la negociación internacional, sin anacronismos ideológicos, podría concluir en un modelo de financiamiento razonablemente predecible en su realización. A partir de allí se podría dejar las cosas en manos de las empresas extranjeras que en su mayoría se harían cargo de los asuntos de producir petróleo y gas, transportarlo y venderlo. La situación mejoraría significativamente para todo el mundo, pero estaríamos desperdiciando una gran oportunidad y regalándosela a otros.





La reconstrucción debe concebirse como una preparación para la declinación final de los hidrocarburos como fuente de energía primaria. Una reconstrucción con desarrollo de un tejido productivo, industrial y de servicios, que ahora debe vincularse claramente a los hidrocarburos, ya que no están todavía a la vista los sustitutos que pueden competir por la demanda internacional de derivados no energéticos de los hidrocarburos: plásticos y muchos otros. Entonces, hay que mejorar sustancialmente los procesos de producción, transporte, refinación e industrialización, con el objetivo de responder responsable y competitivamente a las crecientes exigencias de carácter ambiental. En consecuencia, la industria petrolera y del gas venezolana debe acompañarse de un ambicioso programa de estímulo al desarrollo integral de la petroquímica tanto básica como intermedia y final, con plásticos, química fina e industria farmacéutica. Adicionalmente, hay que crear las oportunidades y los estímulos para un ecosistema innovador que entre en sinergia con el establecimiento y desarrollo de industrias y empresas, nacionales o extranjeras, particularmente en el sector de proveedores de bienes y servicios a la industria petrolera y del gas, a la petroquímica y a las demás cadenas de la industrialización de los hidrocarburos.

Así que lo más importante es formar cientos de miles de gerentes, ingenieros, técnicos medios y obreros especializados que puedan llevar adelante las tareas y se comprometan con el país. Tomemos en cuenta, primero, que han pasado veinte años de la expulsión de 18.000 trabajadores, empleados y gerentes de PDVSA, muchos de los cuales se fueron al extranjero. La mayoría de ellos, aunque estuviesen dispuestos a regresar, están próximos a su jubilación o ya se han retirado. Segundo, las estimaciones hablan de unos 200.000 ingenieros que habrían salido del país, y otros cientos de miles de otras disciplinas como médicos, odontólogos y muchas otras especialidades del sector salud y otros, más una gran cantidad de maestros y profesores de liceos y universidades, incluso de primaria. También han emigrado miles de técnicos, trabajadores y empleados con formación o con experiencias en todo tipo de tareas y de todos los sectores. Tercero, la fuga de jóvenes, incluso adolecentes, que están completando su formación básica o superior en el extranjero, están allí construyendo sus nexos sociales con más futuro, los que determinan en gran medida su inserción profesional y la construcción de su familia inmediata.

No obstante, junto a los retos, la reconstrucción representa una gran oportunidad para aprovechar. En primerísimo lugar está la necesidad de descarbonización y de atención a los problemas de contaminación y polución, pues demandan agregar mayor valor al petróleo y al gas natural. La meta de la reconstrucción sería alcanzar, lo más pronto posible, una capacidad de procesamiento industrial que permita no exportar un solo barril de petróleo crudo. Vender petróleo crudo es regalar al comprador la oportunidad de crear nuevas empresas con miles de puestos de trabajo que multiplicaran varias veces el valor de ese barril. En cuanto al gas natural, hay que comenzar por resolver el problema de la quema en los mechurrios y la reinyección en los yacimientos para sacar más petróleo crudo. El gas es ahora mucho más valioso y tenemos reservas de petróleo para trecientos años a una tasa de explotación de 3 millones diarios, así que no se acabará el petróleo.

Luego, hay que focalizar la atención en las cadenas de valor a partir de la extracción de los hidrocarburos, pues es allí donde se requiere de nuevas tecnologías de transformación para responder a las exigencias combinadas del cambio climático y la polución. Ese reto y oportunidad atañe particularmente a Venezuela y también a toda la industria mundial de los hidrocarburos, pues las exigencias seguirán creciendo. Pero también crecerá la población y la demanda de energía, de materiales y de otros derivados de los hidrocarburos. Así que las mejores oportunidades serán para los que tengan reservas de hidrocarburos y simultáneamente se inserten en el desarrollo de la tecnología y la capacidad productiva y de servicios necesarios para atender esos problemas. Precisamente, en 2018, la prestigiosa Revista “Science”, presentó una investigación sobre la explotación del petróleo y la emisión de CO2 en una muestra de 90 países. El petróleo venezolano está en el segundo lugar, después de Argelia, entre los de mayores emisiones de CO2. Este es un ejemplo, al mismo tiempo, de los errores en la gestión de la industria petrolera en Venezuela, pero, sobre todo, señala las dificultades que debe enfrentar y, por último, indica las oportunidades que se le presentan a futuro si hace un aprovechamiento más integral de sus reservas de hidrocarburos.

Para aprovechar esa oportunidad el mayor retó es reconstruir el sistema educativo, particularmente la educación superior, con especial atención en la formación de cientos de miles de ingenieros petroleros, de materiales, químicos, geólogos, industriales y de especialistas en sistemas de automatización de procesos, inteligencia artificial y nanotecnología. Los necesitará la industria petrolera y de gas y el complejo tejido industrial y de servicios que se vincula a su desarrollo. Se necesitan durante los primeros quince o veinte años de la reconstrucción y luego para enfrentar los retos de su desarrollo en los cuarenta años siguientes. Y se necesita desarrollar una experticia en los temas duros del ambiente y en la investigación y desarrollo para resolver problemas claves en la explotación del petróleo pesado y extra-pesado que es el mayor componente de las reservas nacionales.

Para ello hace falta un nuevo imaginario de país, que exprese sin ambigüedades la voluntad de desarrollar sus reservas de hidrocarburos para ofrecerle a mundo energía, materiales y tecnologías con un balance cero carbonos y cero poluciones. Para lo cual, se requiere convocar a un millón de científicos, ingenieros, técnicos y obreros especializados en cualquier parte del mundo en donde se encuentren y sin importar su nacionalidad, genero, religión, color de la piel, edad o número de familiares que lo acompañen. El mensaje debe ser claro y esperanzador: queremos que asuman con nosotros el reto de crear en veinte años un modelo de producción de hidrocarburos con sello sustentable. Para lo cual el Estado garantiza las condiciones legales para que cada uno obtenga la debida recompensa material, tanto al esfuerzo individual y privado como a la cooperación y la solidaridad.

Así que la tarea marchará en paralelo con la reconstrucción del sistema educativo y en particular las universidades, donde se debe formar en veinte años otro millón de científicos, ingenieros y profesionales de todas las disciplinas que tomen el relevo y se hagan cargo del país. La idea es integrar la actividad de formación de científicos e ingenieros al más alto nivel junto a la entrega en concesión de varios bloques de las reservas probadas en la Faja petrolífera del Orinoco. El objetivo es la organización de laboratorios de innovación y formación para el desarrollo experimental de la producción y el procesamiento del petróleo, de tal modo que conduzca a innovaciones que, debidamente protegidas por patentes, permitan la producción de ese petróleo con exigencias de un balance cero carbonos y cero poluciones. Salvar al mundo de la emergencia climática, es también salvar el millón de kilómetros cuadrados del territorio venezolano, poblado por menos de treinta millones de habitantes, el noveno país con las reservas de agua dulce más grandes del mundo y primero en “Patrimonios Mundiales por Biodiversidad”. Un país en la cuenca del Amazonas, el país del Orinoco, el Salto Ángel, la Gran Sabana, los Andes y más de 2.000 kilómetros de costas en el Caribe, un país amable donde vale la pena vivir y crecer.

Nos falta la cuestión política, esa piedra angular de siempre. Allí también las cuentas lucen claras. Quienes hoy ejercen el control del poder en Venezuela no tienen la credibilidad interna o internacional, ni la disposición o la convicción para crear las condiciones que permitan a los venezolanos tomar el último tren al desarrollo con los hidrocarburos. Y al respecto de la geopolítica mundial o regional, de la cual se habla mucho, sabemos que: 1) Rusia no tiene la disponibilidad financiera que se necesita, además, le sobran los hidrocarburos y se beneficia económica y geopolíticamente con el estancamiento actual de Venezuela; 2) China sigue interesada en el petróleo y cuenta con la capacidad financiera, pero pareciera asqueada de la negligencia económica del “madurismo” y sus aliados. Así que el tablero político sólo se moverá si una fuerza interna es capaz de construir un imaginario económico y organizar una oportunidad política que encuentre el respaldo de la gran mayoría. Y que la necesaria controversia ideológica siga por los canales de instituciones democráticas.


Arnoldo Pirela, PhD, es profesor titular emérito de la Universidad Central de Venezuela e investigador del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes)