Tres historias, una ORQUESTA: La más grande del mundo

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El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles logró lo impensable, se convirtió en la orquesta más grande del mundo, luego que más de 12 mil chamos de diferentes partes de Venezuela se unieran en armonía para hacer realidad el sueño del maestro José Antonio Abreu: Conectar con el mundo y trascender.

Tres jóvenes desconocidos entre sí, de diferentes regiones, dejaron al descubierto su pasión por la música, la experiencia durante el concierto, el futuro que esperan recorrer dentro del Sistema y mucho más. Hoy, el orgullo por ellos y los demás participantes que también dejaron una huella imborrable en el evento, enaltece al país. Conoce la inspiradora historia detrás de estos músicos.





Por: Luis Eduardo Martínez – Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com

La cura del alma

En Carrizal, estado Miranda, una pequeña de 11 años aún no soñaba con la música. La historia de Karen Palacios comenzó cuando sus padres la inscribieron en el núcleo del Sistema de Orquesta de la localidad. Inició tocando el violoncello, y se mantuvo con el instrumento por alrededor de seis años, pero no estaba fascinada con ello. “Al principio no me gustaba, me parecía aburrido”, comentó. Sin embargo, descubrió que la música actuaba como un bálsamo en su ser. “Traté de dejar la música y la orquesta muchas veces. Pero me enfermaba, me daban ataques de asma y no entendía por qué, pero al volver a la orquesta me curaba mágicamente“.

Karen entendió entonces que formar parte de la orquesta no solo le alimentaba el alma, sino que la sanaba físicamente, y de a poco se fue convirtiendo en su pasión. Ahora, con 27 años, es una clarinetista talentosa que se esfuerza cada día en ser mejor, sin dejar de lado sus estudios de educación, matemática y procesos químicos.

La preparación para el concierto no fue tarea sencilla y así lo hizo saber Karen. “Tocar muchas veces las mismas obras, con el sol y el cansancio no fue fácil. Pero era obvio, un evento con esa cantidad de personas no puede ser diferente”, relató. Y aunque contaban con gorras, bloqueadores solares y agua, el calor fue inclemente. Los ensayos previos para el día del intento del récord fueron extenuantes, las orquestas profesionales tuvieron tres días de incesante práctica y los más chamos solo un día.

Pero el día de la hazaña, nada de eso importó, ni siquiera el dolor que sentía en su labios que se resquebrajaron por largas horas de práctica e intenso sol. “Durante todo el evento, no me dolió ni un segundo. Toqué todo de arriba a abajo sin necesidad de quitarme el clarinete de la boca”, acotó.

La joven nativa de los Altos Mirandinos destacó que más que ser parte de un récord, lo importante fue haberse unido junto a tantos jóvenes talentosos, sin importar raza, ni color, ni sexo, ni ideología política o religiosa, para hacer música. “El récord sí, sería increíble obtenerlo. Pero ya somos parte de un milagro, que es hacer música es estos tiempos”.

“Para mí, esta experiencia significó la emoción de tocar con toda Venezuela, de unirnos y hacer algo lindo por nuestro país, algo que esté en la historia”, señaló.

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El futuro de Karen con la música continúa y así lo hace sentir, para ella no queda más que seguir tocando el clarinete y luchar por conseguir sus metas. Su deseo es seguir regalando música a su vida, a otras vidas y a Venezuela entera.

Sin perder el compás

Ángel Molina es un violinista oriundo de Cagua, estado Aragua. Cuando era niño, soñaba con ser veterinario pero una casualidad lo condujo a descubrir su verdadera pasión de vida: La música. “Estaban construyendo un núcleo cerca de mi casa y me acerqué con mi mamá para saber de qué se trataba. Desde ese momento que me inscribí y pude pertenecer al núcleo, la música me atrapó”.

A los 13 años inició su admirable repertorio en el núcleo y tiempo después el violín se convirtió en el instrumento que dirige la sinfonía de su vida. El venezolano cuenta que en su mente resonaba el anhelo de ser director de orquesta y más adelante, tomó la batuta gracias a la influencia de su mentor.

“Me llamaba la atención en cómo su carácter, emociones, indicaciones me impactaban de forma positiva. Sentía esas ganas de intentarlo… Decidí comentarle al director del núcleo de ese momento, Miguel Sánchez, sobre mis ganas de querer dirigir. Él me impulsó y me dio la oportunidad de poder dirigir por primera vez”, recordó.

Ser director implica habilidad, compromiso y valor. Precisamente, Ángel conoce muy bien el poder de transformación que rigen sus manos y disfruta de esta experiencia con fervor de quien ama lo que hace. “La sensación al estar montado en el podio es inexplicable. es una sensación de libertad, de poder transmitir a los músicos y al público lo que el compositor escribió en sus obras. Mi madre y mucha gente dice que me transformo, y es verdad. Es un momento donde vivo la música”, expresó.

El joven aragüeño de 23 años comentó que le llevó un mes prepararse para el concierto y su participación significó un gran reto. “Creo que lo más difícil fue volver a unirnos en grandes cantidades, porque seguimos en una pandemia mundial. Teníamos que mantener distanciamiento social, tapabocas, y nuestro cuidado diario”, manifestó.

Sin embargo, compartió con emoción que el nuevo hito logrado significó una vivencia gratificante. “Fue genial, una experiencia que nunca olvidaré, un momento mágico donde todos éramos el Sistema… Aún lo estoy asimilando. Nunca pensé ser parte de un récord mundial, y la felicidad que siento es indescriptible. ¡Creo que toda Venezuela siente esa felicidad!”.

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Hoy en día, cursa licenciatura en música mención dirección orquestal en Unearte y paralelamente, estudia en el conservatorio de música Simón Bolívar. Su talento no se detiene y aspira fortalecer su carrera aún más. “Lo que sigue para mí en el sistema es seguir formándome, creciendo, luchando por mis sueños y así poder formar a ese semillero de músicos que son los que seguirán con el legado de nuestro querido maestro Abreu”, resaltó.

Acordes de un sueño

“Dejé de comer para que mi mamá me inscribiera en clases de violín”. La relación de Swanny Arguello con la música inició a los tres años. Su madre la había llevado a compartir en casa de una amiga la celebración de un baby shower, y un violín de juguete la transformó. “Me enamoré de ese juguete, yo recuerdo que se lo quité [a un niño] luego andaba por toda la casa y corrí a mostrárselo a mi mamá, desde ese entonces le rogué para que me inscribiera en clases de violín”.

Así fue como su madre decidió tras una larga búsqueda inscribirla en el núcleo de iniciación musical de San Felipe, ubicada en la sede de la Fundación del Niño, en el estado Yaracuy.

Sin embargo, los primeros comienzos de Swanny con el violín fueron algo infructuosos. Ella nació con una deformidad congénita llamada polidactilia, esta se caracteriza por la presencia de dos pulgares en la mano, en ella fue en la extremidad derecha. “Llegué a partir tres violines y me apartaron, me pusieron como oyente”. Esto no la detuvo, su perseverancia y amor por la música la hizo ir más allá. “Yo tenía tanta motivación que a los tres meses como oyente yo ya estaba tocando violín, entonces, le pedí a mi mamá hacer el proceso hospitalario y quirúrgico”.

“Para empezar en la música tanto mi familia, mi mamá y yo hicimos un sacrificio, pero el Sistema de orquestas siempre estuvo allí para apoyarme”, contó la joven de 18 años, quien nunca se amilanó ante la adversidad para hacer lo que más le gustaba, y así con pequeños pasos y grandes esfuerzos, logró integrase en una orquesta. En 2009 ya era integrante de la fila de violines en la Orquesta Preinfantil en San Felipe.

Swanny no tenía idea del proyecto del récord Guinness, solo sabía que la orquesta iba a Caracas por lo cual se incorporó a los ensayos, y una semana antes se enteró de lo que sería el gran hito. Cuatro semanas tardaron para prepararse antes del evento, pero para ella las cosas no salieron muy bien a su llegada a la capital.

Por cuestiones de logística, y fallas en la organización muchos jóvenes llegaron al ensayo sin desayunar descompensándose en el proceso. Incluso ella, horas antes del evento, sufrió un desmayo. “Fue el día que peor dormí, que peor comí, mis energías estaban por el suelo”.

No obstante, a pesar de los infortunios, decidió imprimirle un valor extra a todo el sacrificio que se había hecho y disfrutar de una hazaña sin precedentes en Venezuela. “Con nuestro cansancio, con nuestro calor, con nuestra falta de sueño decidimos disfrutar y dar lo mejor de nosotros para dar un buen concierto”.

“Ese día tocamos para Venezuela, para hacer de este país un mejor lugar. Me siento orgullosa de nuestra orquesta que es la más grande del mundo y del sueño del maestro Abreu”, refirió. “Este récord representa el fruto de un trabajo de hace 15 años, de cada clase, de cada hora de estudio, de cada ensayo, el sacrificio de mis padres, de cada uno de mis profesores, de cada trabajador del Sistema de Orquestas”.

Y es que para ella, y para los más de 12 mil jóvenes que estuvieron presentes, alcanzar lo impensable representa la recompensa tangible del esfuerzo de todos. “No puedo describir con palabras, varios lloramos, fue mágico, lo disfrutamos”, rememoró.

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Swanny estudia Comunicación Social, pero esta joven yaracuyana seguirá con su trabajo arduo en el Sistema, y desea culminar sus estudios en un conservatorio para seguir su carrera musical como maestra e inculcarle a los más pequeños la chispa que en ella se encendió con ese violín de juguete.