Superó anorexia, dislexia y un trastorno que le impide recordar las caras: las luchas de la princesa Victoria de Suecia

Superó anorexia, dislexia y un trastorno que le impide recordar las caras: las luchas de la princesa Victoria de Suecia

El día que se convierta en reina, Victoria será la cuarta reina del Estado de Suecia tras Margarita (1389-1412) , Cristina (1632-1654) y Ulrica Leonor (1718-1720) (EFE/ Toms Kalnins)

 

La heredera al trono sueco pudo luchar contra rechazos, problemas y dificultades. Lejos de la princesa de los cuentos, ella demostró ser una mujer aguerrida que logró vencer todos los obstáculos para lograr ser feliz sin traicionar su destino de reina

Por Infobae

“La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa? /Los suspiros se escapan de su boca de fresa / que ha perdido la risa, que ha perdido el color. /La princesa está pálida en su silla de oro” En 1997 quizás pocos suecos conocían el poema de Rubén Darío, pero sus versos encajaban perfecto con la pregunta que se hacían muchos: ¿Qué tendrá la princesa?

Victoria, la heredera al trono de 20 años mostraba una realidad preocupante. Pesaba solo 45 kilos, muy poco para su metro setenta de altura. Los rumores arreciaban y su extrema delgadez ocupaba las portadas de todos los diarios. Lejos de intentar esconder el sol con las manos, la familia real emitió un comunicado donde admitía que Victoria sufría trastornos alimenticios y rogaban a la prensa que no la acosaran.

La princesa se fue a recuperar a Estados Unidos. Fue una de las tantas victorias de Victoria.

Victoria Ingrid Alice Désirée nació el 14 de julio de 1977. Apenas llegó a este mundo ya dio su primera batalla. Como padre, Carlos Gustavo estaba feliz con la llegada de su primogénita pero como rey no ocultó su desilusión. La Ley Sálica indicaba que el trono no podía ser ocupado por una mujer. Para colmo los médicos le aseguraron a la reina Silvia que no volvería a ser madre; el rey comenzó los trámites para cambiar la ley y que Victoria pudiera acceder al trono. Pero, ante la incredulidad de los médicos, la reina volvió a quedar embarazada y el 13 de mayo de 1979 nació el príncipe Felipe.

La llamaron Victoria porque les gustaba a sus padres y era muy usado en la realeza; Ingrid en honor a su tía abuela, la princesa Ingrid de Suecia; Alice, en honor a su abuela materna; y Desirée, en honor a su tía paterna y madrina, la princesa Desirée (Keystone/Getty Images)

 

Ante el nacimiento del varón, el rey decidió que sería el heredero. La ley que permitía coronar a una mujer no estaba promulgada, pero ya había sido aceptada. Gustavo argumentó: “Mi hijo ha nacido con derechos”. Y el Parlamento le contestó: “Y los ha perdido”. Y como en Suecia las leyes están para cumplirlas y no solo son “orientativas”, el rey que es rey pero no está por arriba de la ley tuvo que aceptar que su primogénita sea la heredera. Fue la primera victoria de Victoria.

La heredera pronto mostró algunos logros que asombraron a sus padres. A los diez meses ya caminaba y en el primer cumpleaños ya lucía ocho dientes de leche. En 1982 comenzó su escolaridad en un Jardín de Infantes público, algo que resultaría impensado en estas latitudes (Fox Photos/Getty Images)

 

Al comenzar el primario, la heredera notó que algo no andaba bien. Leer “de corrido” era un problema y las letras parecían jugar a las escondidas en los renglones. Alguien le explicó que ella, como su padre y también su hermano, padecían dislexia, una dificultad de aprendizaje que se caracteriza por la complejidad para leer. El diagnóstico le explicó un problema pero no le solucionó el otro: el acoso escolar. Ya sabemos que ante lo distinto, los niños pueden ser adorables pero también crueles. “Oía cosas que me hacían daño. Era incapaz de leer o de escribir. Las letras pegaban saltos… ¡y todos se reían de mí!”, se sinceró muchos años después.

Pese a las burlas de sus compañeros y a su dificultad con las palabras, no solo se graduó en tiempo y forma, además logró aprender y expresarse con fluidez en inglés, alemán y francés. Fue la segunda victoria de Victoria.

Cuando cumplió 18 años comenzó sus actividades reales. El primer acto público y protocolar fue jurar lealtad al rey y a la Constitución, en el Salón de Estado del Palacio Real de Estocolmo. En ese momento pronunció un discurso en el que asumió de forma oficial su rango de Princesa Heredera. Imagine el lector, los nervios de ese momento. La joven que sabía sus dificultades para leer debía presentarse ya no solo ante sus compañeros sino ante todo una nación; lo hizo y lo hizo bien.

Durante años compararon su belleza con la de su hermana Magdalena (Library vía Getty Images)

 

Adhiriendo a rajatabla al dicho de “hechos y no palabras”, la heredera no se quedó solo en un discurso. Comenzó estudios en Ciencias Sociales con especialización en el funcionamiento de las instituciones suecas. Con veinte años la princesa no se detenía. Visitas a la ONU, a la Unión Europea, al Parlamente sueco, a ministerios, viajes por Suecia para visitar industrias, sumados a los eventos de royals como la boda real de Felipe y Letizia en Barcelona. Como “frutilla del postre” fue al ejército durante tres semanas.

Cada uno de sus movimientos era seguido y analizado. Se decía que Victoria era bella pero no tan deslumbrante como su hermana, Magdalena. Se notaba su esfuerzo por mantenerse delgada pero no era fácil. “Mis platos preferidos son la pasta y la pizza porque los como cuando estoy divirtiéndome o pasando una agradable velada en casa”, reconocía.

Sus hermanos crecían sin la presión de ser los herederos, ella como primogénita se sentía no artífice pero sí responsable de su destino (Antony Jones/UK Press vía Getty Images)

 

Si crecer suele ser difícil, mucho más cuando un país está pendiente de tus movimientos. La presión era enorme para una muchacha que pese a ser una royal estaba convencida de “que era estúpida y lenta” y luchaba por superar su temor a hablar en público. Es que nacer royal te garantiza derechos nobiliarios pero no autoestima. Los suecos y la familia real comenzaron a notar que la princesa no solo perdía peso, sobre todo y mucho más preocupante perdía su sonrisa.

Ante el evidente trastorno alimenticio de esa joven que “quería todo el tiempo hacer y ser mucho más de lo que podía”, los reyes actuaron como padres. Admitieron el problema y buscaron solucionarlo. La princesa dejó sus compromisos oficiales, postergó su entrada en la universidad y abandonó su país para mudarse a EE. UU.

Se puso en manos de los mejores médicos y expertos y comenzó un exigente y exhaustivo tratamiento que implicaba no solo un plan nutricional y una rutina de ejercicios también una terapia psicológica que la ayudó “a aprender a poner nombre a los sentimientos, a marcar límites y a no exigirse demasiado”. Y a comprender: “Necesitaba un tiempo sola para recuperar mi equilibrio de nuevo”. Tras dos años de tratamiento superó su anorexia. Fue la tercera victoria de Victoria.

Hace unos años, Victoria de Suecia habló sobre los episodios de anorexia que padeció. “Quería todo el tiempo hacer y ser mucho más de lo que podía”, reconoció (Getty Images)

 

La princesa se quedó un tiempo más en Estados Unidos. Estudió en la Universidad de Yale e hizo prácticas en la embajada sueca. Al regresar a su país, cursó Ciencias Políticas en la Escuela de Defensa Nacional de Estocolmo y se especializó en Cooperación Internacional. También siguió estudios de agricultura y ciencias forestales. Finalmente se graduó en Relaciones Internacionales en la Universidad de Uppsala.

Fue en el año 2001 que se enamoró de Daniel Westling. Se conocieron en 2002, Westling era dueño de un exclusivo gimnasio y se convirtió en el preparador físico de la princesa. Comenzaron siendo amigos pero entre mancuernas y abdominales llegó el amor.

Pese a que el rey Carlos Gustavo se había casado con una azafata cuando supo el amor de su hija por su entrenador personal, se opuso a la relación

 

Los reyes se opusieron al noviazgo. Westling gozaba de lo que llamamos una “sólida posición económica”, pero no era un royal ni su familia pertenecía a alguna casa real y ya sabemos que en ese mundo extraño que a veces es la nobleza suele contar más un príncipe sin fortuna que una fortuna sin príncipe.

El rey comenzó a presionar a su hija para que dejara a su novio. Como padre, Daniel le caía muy bien, pero como rey pensaba que la elección de un “hombre común” podía perjudicar a la monarquía sueca. Los medios tampoco ayudaban al romance porque consideraban al candidato un hombre algo tosco, poco preparado para atender compromisos oficiales y sin conocimientos de idiomas o protocolos.

Pese a la oposición familiar, la princesa siguió peleando por su relación. No llegó a amenazar con renunciar al trono como hizo Felipe de España cuando no aceptaban a Letizia ni Guillermo de Holanda cuando no querían a Máxima, ella simplemente hizo “oídos sordos” y continuó con su noviazgo. Contaba con dos cartas a su favor. La presión social por su “reloj biológico” y dar un heredero y que según una antigua ley, sus hermanos no se podían casar si ella no lo hacía primero.

Luego de la ceremonia religiosa, Victoria dijo: “Ante todo quiero agradecer al pueblo sueco haberme dado a mi príncipe” (Corbis vía Getty Images)

 

En 2009 la pareja afrontó un momento muy complejo. Victoria empezaba un viaje de cinco días a Groenlandia para concientizar sobre los efectos del cambio climático cuando su novio fue sometido a un trasplante de riñón debido a una enfermedad congénita. La operación y la recuperación fueron sin complicaciones. La princesa impuso su amor y el 19 de junio de 2010 se casó. Las fotos de ese día muestran una mujer feliz y enamorada. Fue la cuarta victoria de Victoria.

Hace poco trascendió que la princesa sufre prosopagnosia, un extraño trastorno que le impide recordar su cara o la de las personas con las que se relaciona, incluida su familia. Esta condición no es grave pero para alguien cuyo trabajo consiste en saludar y conversar con diferentes personas resulta un verdadero problema. Por eso en cada encuentro, la princesa tiene doble trabajo. No solo debe cumplir su actividad protocolar, además se fija en una característica determinada y única de cada persona con la que habla para poder recordar con quién habla. No es en lo único que hace doble trabajo. Cada vez que debe dar un discurso, lo memoriza íntegro para evitar tener que leer y que la dislexia vuelva a “esconderle las letras”. Es la quinta victoria de Victoria.

Kate Middleton incorporó una costumbre que aprendió de Victoria de Suecia. Distribuye fotos instantáneas de sus hijos y así puede controlar lo que se publica de su familia (Barcroft Media/The Grosby Group Spain: Lagencia Grosby)

 

Lejos de esa princesa triste hoy la heredera se ve plena. Es la orgullosa mamá de Estela y de Oscar. Es la incondicional hermana de su hermano al que no dudó en apoyar cuando él decidió casarse con una novia de pasado como modelo de lencería. Es la mujer enamorada de su marido, ese hombre que acepta feliz y deconstruido su rol de compañero. Es la que todavía siente nervios cuando habla en público pero los supera y habla. Es la royal que no encabeza la lista de la más elegante pero sí la de la simpatía no impostada. Es la princesa que los suecos aman por su actitud positiva y porque aunque soñaba ser veterinaria aceptó su destino de reina.

Victoria es la princesa que podría solo gozar de sus derechos y sin embargo jamás olvida sus deberes. Es la que podría acceder al trono por herencia pero decide merecerlo por esfuerzo. Es la princesa más valorada, querida y respetada no solo por su pueblo, también por sus pares. Y esa, sin lugar a dudas es la gran victoria de Victoria.

La princesa Victoria de Suecia, su marido el príncipe Daniel y sus dos hijos, el príncipe Oscar y la princesa Estelle, en una imagen familiar en los jardines del palacio de Solliden (EFE/EPA/Jonas Ekstromer)

 

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