Por qué ómicron permanece como la variante dominante en el mundo

Por qué ómicron permanece como la variante dominante en el mundo

Las últimas variantes de ómicron escapan mejor a los mecanismos de inmunidad.
fernandozhiminaicela / PIXABAY

 

David Robertson es virólogo de la Universidad de Glasgow, y consideró que “según lo que se está detectando en este momento, parece que el futuro SARS-CoV-2 evolucionará a partir de Ómicron”. Asimismo, también parece que esta variante tiene una notable capacidad para una mayor evolución, ya que según observan los especialistas, una de las subvariantes más nuevas, llamada BA.2.75.2, puede evadir las respuestas inmunitarias mejor que todas las formas anteriores de esta mutación.

Por infobae.com

Y si bien los expertos aseguran que “por ahora, BA.2.75.2 representa sólo el 0,05% de los coronavirus que se secuenciaron en todo el mundo en los últimos tres meses”, recuerdan que eso también había ocurrido con otras subvariantes que luego llegaron a dominar el mundo. “Si BA.2.75.2 se generaliza este invierno, puede debilitar la eficacia de los refuerzos recientemente autorizados de Moderna y Pfizer”, alertaron.

Un recorrido para mirar de cerca

Al principio, el SARS-CoV-2 siguió el curso lento y constante que los científicos esperaban en función de otros coronavirus. Su árbol evolutivo se dividió gradualmente en ramas, cada una con algunas mutaciones. Los biólogos evolutivos les siguieron la pista con códigos que eran útiles pero oscuros. Nadie más prestó mucha atención a los códigos, porque hacían poca diferencia en la forma en que los virus enfermaban a las personas.

Fue allí que el linaje inicialmente conocido como B.1.1.7 desafió las expectativas. Cuando los científicos británicos lo descubrieron, en diciembre de 2020, se sorprendieron al detectar que tenía una secuencia única de 23 mutaciones; las cuales le permitieron propagarse mucho más rápido que otras versiones del virus. Desde ese momento, y en unos pocos meses, otras variantes preocupantes comenzaron a ser identificadas en todo el mundo, cada una con su propia combinación de mutaciones, y con el potencial de propagarse más rápidamente.

Para facilitar la comunicación y no estigmatizar los lugares donde las variantes tenían origen -ya que por ese entonces se las denominaba con el nombre de la ciudad donde se las caracterizaba-, la OMS decidió comenzar a usar el alfabeto griego. Y B.1.1.7 se convirtió en Alfa.

Lo que más desconcertaba por esos tiempos a los investigadores era que las variantes surgían de forma independiente. Beta no descendió de Alfa. En cambio, surgió con su propio conjunto de nuevas mutaciones de una rama diferente del árbol SARS-CoV-2. Lo mismo se aplicaba a todas las variantes con nombre griego, hasta Ómicron. En esta estrategia genética, Ómicron obtuvo más de 50 nuevas mutaciones que la ayudaron a encontrar nuevas rutas hacia las células y a infectar a personas que habían sido vacunadas o infectadas previamente.

“Cuando sale, es como una especie invasora”, opinó Ben Murrell, biólogo computacional del Instituto Karolinska en Estocolmo. Es que a medida que se extendió por todo el mundo y provocó un aumento sin precedentes en los casos, llevó a la extinción a la mayoría de las otras variantes. Al punto de que las vacunas autorizadas de emergencia y vigentes hasta ese momento, debieron ser reformuladas para prevenir los cuadros graves y las muertes que la contagiosa variante y sus subvariantes pudieran ocasionar.

Para Darren Martin, virólogo de la Universidad de Ciudad del Cabo, “las innovaciones genéticas observadas en Ómicron fueron mucho más profundas, como si fuera una nueva especie en lugar de una nueva cepa”. Después de que la variante original evolucionara, sus descendientes se dividieron en, al menos, cinco ramas que se identificaron desde BA.1 hasta BA.5, las que se fueron reemplazando unas a otras en el dominio de los nuevos contagios.

Así es que las llamadas vacunas de segunda generación, o bivalentes, incluyen una proteína BA.5 junto con una de la versión original del virus. En este punto, BA.2.75.2 es uno de los nietos más nuevos de Ómicron, identificado el mes pasado. Y es también la subvariante más evasiva hasta el momento, según el doctor Murrell. En experimentos de laboratorio, él y sus colegas probaron BA.2.75.2 contra 13 anticuerpos monoclonales que están en uso clínico o en desarrollo, y observaron que eludió todos menos uno, bebtelovimab, fabricado por Eli Lilly.

Y mientras algunos estudios en curso buscan analizar en mayor número de personas la real eficacia de las inyecciones de refuerzo BA.5 contra BA.2.75.2, Murrel aseguró que “no hay razón para esperar que BA.2.75.2 sea el final de la línea evolutiva. A medida que aumenta la inmunidad a las versiones anteriores de Ómicron, las nuevas versiones podrán evolucionar para evadirla”.

Mientras, desde la OMS explicaron que no asignaron más letras griegas a los sublinajes de Ómicron porque se parecen mucho a la variante original.

“La OMS sólo nombra una variante cuando le preocupa que se estén creando riesgos adicionales que requieran una nueva acción de salud pública”, señaló Lorenzo Subissi, un experto en enfermedades infecciosas del organismo, quien sin embargo, basado en “lo impredecible que sigue siendo el virus en gran medida”, no descartó una variante Pi en el futuro.

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