Luis Barragán: “Tuve que botar el viaje”

Luis Barragán: “Tuve que botar el viaje”

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Hay un incremento sustancial de los hurtos y robos menores, frecuentemente riesgosos. Podrá preguntar el amable lector en torno a la fuente, respondiéndole rápidamente que es notable el aumento de los comentarios de las personas más allegadas, directa o indirectamente afectadas, en el centro del país.

Solemos confundirlos, la diferencia fundamental entre uno y otro delito reside en el conocimiento o consentimiento inmediato de la víctima. En uno, no se percata de la sustracción o apropiación de un bien por un tercero habilidoso; y, en el otro, es forzado a la entrega por medio de la violencia.

No es necesario perfeccionar las fórmulas, consultando con grandes tratadistas en materia penal para una consumada tipificación de ambos delitos, porque extrañaría que alguien en la vida no las haya experimentado en carne propia, por lo menos, en Venezuela. Sabemos de una variedad de modalidades, aunque – preventivamente – todavía usamos el tapabocas dizque para evitar las consecuencias de un baño furtivo de burrundanga, en la corta distancia hacia el estacionamiento para tomar el vehículo propio, si es que hay real suficiente para el tanque de gasolina semanal e imprescindible, excepto que trabajemos con él; o compartimos los apretados espacios del transporte público, coto de caza de los dispositivos electrónicos personales, o de cualquier otra cosa de valor.





Boletín oficial alguno, nos advierte de la elevación de los tipos delictivos, horas y lugares, entendiéndolos como un mecanismo de precaución que, incluso, contó con un despacho especializado del antiguo ministerial de Justicia que adelantaba sendas campañas de orientación. Al igual que en otras áreas, la económica o la epidemiológica, debemos andar a punta de ojo pelao, evitando el mal: aceptemos, bien útil es prestar la debida atención en nuestro medio social inmediato en el que corren los testimonios más variados, añadida la exposición y uso de las armas de guerra para faenas más modestas y que no reportan mayor resistencia.

Recientemente, tomamos un carrito o camioneta por-puestos, consecuentes con la jerga urbana, y, a los quince minutos, se apagó la unidad de transporte y el conductor pidió desalojarla, devolviendo el monto del pasaje. Tomamos otra buseta, coincidiendo una y otra unidad en una parada de más adelante: “Tuve que botar el viaje, porque un par de malandros se montó en el carro y también el colector supuso que estaban armados”, le dijo un chofer al otro que resultó beneficiario de la valiosa carga; y éste contestó: “gracias hermano, te la debo, aunque uno se lo dice a los pasajeros y no te creen hasta que los joden, creyendo que uno está metido en la vaina”. E, inteligentemente, el chofer-botador concluyó que ”claro, no me quise arriesgarjunto al colector, pero a los pasajeros era los que quizá iban a joder nada más; pa´que veas, botando el viaje uno financia al gobierno que debe estar pendiente de la vaina”.

Obviamente, ningún agente policial surgió en el camino. Solamente las calles se llenan de ellos, añadido el militar, si protestamos frente a un régimen que hace del hampa un macabro mecanismo de control social.

Hay quienes aseguran que la subida de los delitos ni tan menores, cuando arriesgamos nuestra integridad física, contrasta con el descenso de los secuestros. Sin embargo, esperemos que dice radio-bemba.