El genocidio oculto de Hitler: 400 mil personas esterilizadas a la fuerza para lograr la “raza aria superior”

Adolf Hitler en un discurso de 1925, el año que en prisión pergeñó su idea de limpieza racial y de esterilización de personas por la fuerza (Photo by Imagno/Getty Images)

 

En 1925, Adolf Hitler era un oscuro líder político que purgaba una condena en la cárcel por su intento de golpe de Estado contra la República de Weimar. Allí germinó el numen de su maldad: las páginas de Mein Kampf (Mi lucha), el libro donde plasmó las oscuras intenciones que luego perfeccionó hasta convertirse en la sangrienta pesadilla de la humanidad.

Por infobae.com





En una de las frases de su obra, en la que delineaba el futuro de Alemania y el surgimiento del nazismo, describió los trazos gruesos de su búsqueda de la “raza aria superior” y la “higiene racial” que desembocó en el brutal asesinato de seis millones de judíos en los campos de exterminio: “Es un contrasentido dejar que enfermos incurables contaminen continuamente a los que están sanos. La exigencia de que se impida a los individuos defectuosos propagar vástagos igualmente defectuosos es una exigencia cuya razón está clarísima. El enfermo incurable será implacablemente segregado, en caso necesario… una medida bárbara para el desdichado al que se le aplique, pero una bendición para su prójimo y para la posteridad”.

Esta declaración revela la importancia que Hitler le daba a uno de sus principales objetivos: la limpieza étnica y la eugenesia en la sociedad alemana. No lo olvidó: apenas cinco semanas después de asumir el poder, el 14 de julio de 1933, el Führer promulgó una norma con un nombre ominoso: la Ley para la prevención de descendencia de las personas con enfermedades hereditarias. Fue el instrumento que el mal utilizó para perseguir y esterilizar a aquellos considerados “enfermos” o “defectuosos”, según los criterios que estableció el régimen nazi, para que no pudieran transmitir sus deficiencias hereditarias a sus hijos.

En la bolsa de la ley caían aquellos hombres y mujeres que padecieran enfermedades mentales, afecciones psíquicas y neurológicas (debilidad mental congénita, esquizofrenia, psicosis maníaco-depresiva, epilepsia hereditaria, corea de Huntington, en definiciones de la época), discapacidades físicas (ceguera, sordera hereditaria) o tuvieran deformidades físicas graves o fueran alcohólicas crónicas.

En un primer momento, Hitler también quiso incluir a los delincuentes habituales pero su ministro de Justicia, el católico Franz Gürtner, lo convenció de sacarlos del texto con el argumento que era innecesario, ya que la mayoría de ellos se encontraban en prisión de por vida según las nuevas normas de “confinamiento de seguridad” y, por tanto, no se podían reproducir.

Doce años más tarde, al final de la Segunda Guerra Mundial, el horror del Holocausto y sus campos de concentración dejó en un segundo plano el saldo de esa política de eugenesia extremista: la esterilización a la fuerza de unas 400.000 personas, la inmensa mayoría de ellas entre 1933 y 1939. Eran hombres y mujeres arios exclusivamente, porque para la población judía y de otras etnias la política había sido lisa y llanamente el exterminio directo.

Si Hitler había anunciado sus intenciones eugenésicas en Mein Kampf antes de acceder al poder, en la primera semana de gobierno nazi, su ministro del interior, Wilhelm Frick, dio el puntapié inicial para llevarlas a cabo con el anuncio de que el nuevo gobierno reduciría de manera drástica el gasto público destinado a atender las necesidades de los “individuos inferiores y asociales, los enfermos, los deficientes mentales, los locos, los tullidos y los delincuentes”.

Y no sólo se les quitaría la ayuda social, sino que se les aplicaría una política sin excepciones de “erradicación y selección”.

Para entonces, el médico nazi Leonardo Conti, comisario especial para asuntos médicos del gobierno, tenía preparado el borrador de la norma legal que el Reich promulgaría semanas más tarde.

Para leer la nota completa pulse Aquí