Nelson Chitty La Roche: Del Homo Saucius y el Alma Mater

Los venezolanos vivenciamos una situación dramática, con un empobrecimiento que ya no nos define en el continente americano, sino que nos aproxima a niveles africanos. Todos los indicadores socioeconómicos prenden las alertas de las agencias internacionales y son un llamado a la conciencia moral. Para agravar la situación estamos en una crisis política de desconocimiento entre las partes, generada por la intolerancia gubernamental desde principios de siglo, que no ha logrado resolver ningún problema estructural y, por el contrario, los agravó todos, dinamitando cualquier intento de convivencia y negociación política, por la intención hegemónica de quienes ejercen el poder” Freddy Millán Borges. El Nacional, El giro antropológico de la educación, octubre 8, año 2020.

El venezolano muestra, desde todos los ángulos en que se mire, un semblante patológico. No solo así se exhibe, cuando se lanza la aventura del Darién o del desierto chileno sino, cuando abandona la escuela o su empleo público o la universidad. Se desarraiga, se vacía, se desdibuja.

Pareciera que se le perdieron los objetivos existenciales previsibles o quizá, renuncio a ellos. Anda desandando caminos que quiso y nunca camino o tal vez, él ya no es una entidad como fue otrora, en los otros y, se va diluyendo, licuando, disolviendo, desprovisto de todo apetito de trascendencia.





Mi fraterno amigo y admirado Freddy Millán Borges, Doctor en Ciencias de la Educación, lo describe en el ensayo arriba citado como sigue, “Estamos en presencia de lo que a partir de Aguilar León (1992) se denomina “daño antropológico”, que afecta a la persona humana es su propia estructura existencial, la despersonaliza, la desapropia de su conciencia, voluntad y libertad, le incauta su soberanía. Desde la pretensión del Hombre Nuevo, se llegó al hombre enfermo (Homo Saucius) que desarrolló una enfermedad antropológica, según Valdez Hernández (2020). 

La experiencia cubana es el mejor ejemplo fenomenológicamente apreciado. La revolución castrocomunista comprometió a ese maravilloso pueblo otrora exitoso y referente en America Latina. Pocos recuerdan que Cuba, antes del arribo de Fidel y su camarilla, tenía los mejores números macroeconómicos continentales y si bien, políticamente padecía como buena parte de los pares regionales de una dictadura corrupta, no cambió esa condición con el advenimiento de los que llegaron para cambiarlo todo de manera a que ni siquiera quedara igual sino peor.

La expresión “homo saucius” semánticamente recoge ese producto de la crisis; es un ser herido, acogotado, vulnerable, desfigurado que, mas que existir, vegeta; esposado a la cadena que lo liga a una suerte temporal fallida y de la que, no pudiéndose liberar, asume como un sino infausto. Es morir en vida y viene a mi memoria Malraux y, “Lo que hace trágica la muerte es que convierte la vida en destino.” 

Escapándose de ese lance, una cuarta parte de nuestra población se arrojó por la borda del navío nacional y expuesta a todos los sinsabores y peligros, se atrevió a emigrar. Lo grave es que muchos otros siguen soltando los cabos y el país, la nación más bien, anda a la deriva, sin rumbo preciso.

Esas circunstancias socavaron lo que fueron otrora nuestras fortalezas y la educación, la salud, la seguridad, la economía, la propiedad, las instituciones flaquean, inficionadas de ideologización y conducidas por ineptos a menudo. El resultado está a la vista y el fracaso se exhibe voluptuoso por doquier.

El medio para redimirnos de esa condena que nos colapsa y envilece supone un cambió, una revisión profunda, una transformación. Para eso necesitamos otra educación y otra universidad, valores, principios, otra apreciación del trabajo, otras políticas públicas.

Hoy sufraga la UCV. Veremos si la comunidad universitaria captó la idea y se anotó en ese esfuerzo de ciudadanía universitaria comprometiéndose con a liderar ese golpe de timón para recuperar al hombre, al militante societario, a la patria postrada o, perderá la ocasión de iniciar su despegue hacia un siglo XXI al que parece no haber Venezuela llegado todavía.

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche