Este inciso histórico se debe a que uno de los argumentos del mesianismo histórico en nuestro continente se nutre de la esfera religiosa de los ciudadanos para reafirmar sus intenciones, en cualquier hemeroteca digital podemos buscar la foto de la visita de Fidel Castro a Caracas en los primeros días de 1959 bajándose del avión con un cristo y un escapulario de la virgen colgados de su cuello, lo mismo hizo Chávez con el famoso escapulario de Pérez Delgado, un bandolero que de luchador social no tuvo nada, lo exhibía y le inventaba un cuento cada vez que podía.
Hay que recordar en que quedó la religiosidad de Castro y hasta donde llevó Chávez su obsesión por las practicas espiritistas y el culto por las religiones afrocubanas, la verdad que cada quien es libre de creer en lo que le venga en gana o no creer, siempre y cuando no traspase el ámbito de lo privado y convierta su religiosidad en un elemento moral religioso que divida lo político en un maniqueísmo de buenos y malos.
La política y los políticos tienen que superar con propuestas y acciones la dualidad del bien y el mal, no es que unos sean buenos y los otros malos como una película del oeste, existen políticas erradas, incorrectas, que causan pobreza, injusticia y atraso como las que padecemos los venezolanos con el desmantelamiento del estado y las empresas, las universidades y el sistema de salud, la hiperinflación y una larga lista de desaciertos que han producido un desastre social que no se puede medir del todo porque la fractura social es mayor que todos los terremotos que hemos sufrido, frente a eso la tarea de reconstrucción es gigantesca.
Pensemos por un momento en el caraqueño que retó a la naturaleza y no la calificó de mala ni de castigadora, “haremos que nos obedezca” concluyó, puede alguién imaginar tamaña soberbia y sin embargo entender que su accionar político estaba en un plano terrenal y su causa plena de razones para alcanzar el objetivo de la independencia.
El autoritarismo que nos oprime hoy no es una guerra religiosa, una cruzada del bien contra el mal, sencillamente porque el bien y el mal son polaridades de una misma energía, para explicarlo mejor imaginemos que en la entrada de nuestros hogares colocamos un cartel que dice “En esta casa nunca entra el mal”, lo que va a ocurrir es que el bien nunca va a entrar porque el bien no entra sin el mal y viceversa.
Así que no está de más una oración de protección para quienes crean que eso ayuda, pero sin olvidar que el actual conflicto político para resolverlo históricamente, requiere de una voluntad colectiva como la que construyeron los venezolanos de las dos primeras décadas del siglo XIX, porque no es que el adversario sea malo, es que es maluco para gobernar y reprimir y eso lo sabe la mayoría que espera un cambio.