Ángel Lombardi: Ciudadanía

Ángel Lombardi: Ciudadanía

Esta se origina en el hogar, cuando madres y padres dan buenos ejemplos de conducta responsable. En nuestra sociedad, las madres han sido mucho más responsables que los padres, muchos de los cuales engendran hijos y los abandonan irresponsablemente.

Ciudadanía se forma en una educación de pedagogía viva, con maestras y maestros educados, competentes y responsables. Ciudadanía se desarrolla en la vida social: todos los días y todo el tiempo. Cuando nuestra conducta se sustente en la coherencia entre el decir y el hacer. Ciudadanía es el buen ejemplo de los adultos ?frente al niño y al joven? en todos los ámbitos.

Un funcionario y un gobernante, a cualquier nivel, corrupto y delincuente, sin sanción y sin castigo, es un cáncer disolvente de la sociedad y crea una pedagogía negativa. Un juez que se corrompe y su decisión no responde a la ley ni a la justicia es otro cáncer. Igual, el sacerdote y el pastor que predican valores y actúan en la dirección contraria; el empresario que sucumbe a su codicia y ansias de poder, el político a su ambición y codicia.





No-ciudadanía es cuando somos indiferentes al bien común, al interés legítimo de cada persona, grupo o comunidad. No-ciudadanía es cuando nos ausentamos de la política y su quehacer, entendiendo política como todo lo que influye en el destino común de la ciudad, país, humanidad.

La política no se agota en la existencia de los partidos políticos: la política se desarrolla en todos los ámbitos de la sociedad y su protagonista es la persona concreta que trasciende su condición de individuo y asume responsabilidades como parte de la sociedad civil.

Ciudadanía es la responsabilidad con respecto a la libertad de cada uno, el Estado de Derecho efectivo y la garantía real del cumplimiento de los Derechos Humanos y el cuidado de la madre-tierra o Casa Común.

Ciudadanía implica la consciencia plena de nuestras responsabilidades, a todos los niveles, en todo momento y desde un principio fundamental: mis derechos terminan dónde empiezan los derechos del otro, el principio de la convivencia y la paz social.

La negación de la ciudadanía es la tiranía, la dictadura, la autocracia, porque nos obliga y pretende la servidumbre de rebaño, y un individuo y su círculo de poder deciden por nosotros.

De allí que la libertad y la ciudadanía implican la democracia. Un sistema político, económico y social, abierto, plural, en diálogo permanente, de oportunidades iguales para todos y lo menos desigual posible. 

La pregunta más pertinente siempre es, cuáles son mis responsabilidades y asumirlas para poder exigir mis derechos. Muchos derechos proclamados en la Constitución sin equilibrarlos con las responsabilidades conducen a un divorcio entre teoría y praxis.

En conclusión, ser ciudadano no es fácil, igual que no es fácil vivir con dignidad y libertad, pero ética y moralmente estamos obligados a intentarlo. Tener el coraje de vivir a la altura de nuestra consciencia más exigente. Predicar valores y ciudadanía, concientizar como se acostumbra decir, sin el ejemplo vivo, es empeño inútil. Nunca podemos olvidar nuestra condición social y ética.