Bombas pilotadas y escuadrones de choque: la historia de las misiones kamikazes nazis en la Segunda Guerra Mundial

Bombas pilotadas y escuadrones de choque: la historia de las misiones kamikazes nazis en la Segunda Guerra Mundial

Una recreación del escuadrón de choque nazi realizada por Helmuth Ellgaard, publicada en el Berliner Illustrirte Zeitung (Familienarchiv Ellgaard)

 

Cuando se habla de kamikazes generalmente lo primero que viene a la memoria es el recuerdo de los pilotos de la Armada Imperial Japonesa, quienes, promediando el año 1944, comenzaron a realizar desesperados ataques suicidas contra los barcos de la flota de guerra de los Estados Unidos, buscando cambiar la suerte de un conflicto que a esa altura parecía sentenciado.

Por infobae.com

Menos conocidas son las historias de las misiones suicidas pensadas para ser ejecutadas por combatientes del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien la mayoría solo quedaron en fase de planificación, estuvieron en la mente de algunos dirigentes nazis cuando se acercaba el inevitable final.

En principio, la diferencia conceptual con los japoneses era que estos se entregaban a las misiones sabiendo que iban a una muerte segura, mientras que en el caso de los nazis en general no fueron planteadas de esa manera, aunque se les advertía a los voluntarios que tendrían “escasas probabilidades de volver con vida”. Los alemanes aspiraban a que los pilotos pudieran lanzarse de sus aparatos antes del choque fatal, algo que en la práctica terminaría resultando casi imposible, por lo que el calificativo de “suicida” para estas operaciones es acertado. Esto no fue impedimento para que fueran varios los aspirantes dispuestos a poner el cuerpo en estos intentos desesperados de cambiar el curso de la historia.

Las primeras iniciativas nazis de este tipo fueron impulsadas por dos figuras del Reich que se contaban entre las favoritas de Adolf Hitler: Otto Skorzeny y Hanna Reitsch. El primero, coronel de las SS, ejecutor de operaciones especiales y liberador de Benito Mussolini, y la segunda, joven piloto de pruebas de la Luftwaffe, poseedora de varios récords deportivos y protagonista de arriesgados vuelos, tuvieron por separado una idea parecida: pilotar las bombas volantes V-1.

El artilugio en cuestión, la V-1 (Vergeltungswaffe 1) o Fieseler 103, fue el primer misil dirigido usado durante la guerra, precursor del actual misil crucero. Era parte del programa de “armas milagrosas” o “armas de venganza”, la última esperanza de los nazis de revertir el curso del conflicto y parte fundamental de su aparato de propaganda, que buscaba sostener la moral y las esperanzas de una población exhausta, sometida a bombardeos permanentes, y temerosa debido a la posible ocupación del territorio del Reich por parte de las potencias enemigas, sobre todo de los rusos.

Con una velocidad máxima aproximada de 645 kilómetros y un alcance de entre 250 y 300 kilómetros, la V-1 estuvo operativa desde junio de 1944, cuando fue lanzada contra el sudeste de Inglaterra, sobre objetivos civiles. Meses más tarde, ya en 1945 fue usada para atacar el puerto de Amberes, con fines militares. La V-1 podía ser lanzada desde una especie de catapulta o rampa estacionaria a vapor o química y también desde aviones. Tenía cerca de una tonelada de explosivos alojada en el morro, pero era imprecisa, el viento podía hacer cambiar su trayectoria y no tenía defensa ante la intercepción enemiga. A su favor, se contaban sus bajos costos de construcción y de combustible, ventajas nada despreciables en un momento en que todo escaseaba en el Reich hitleriano.

Tras presenciar un ensayo de las bombas volantes, Skorzeny sugirió la posibilidad de modificar la V-1 para hacerla más efectiva, convirtiéndola en una suerte de pequeño avión, con piloto. “Había que encontrar el medio de alojar un piloto con un asiento eyectable y un paracaídas”, rememoró el coronel de las SS en uno de sus libros de memorias de la postguerra. Según su relato, logró un aval condicionado del mariscal Erhard Milch, uno de los creadores de la Luftwaffe, y que fungía por aquel entonces como secretario de Estado del Ministerio del Aire. Entre sus responsabilidades tenía el control del armamento.

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